El terremoto de violencia

José Antonio Kast R. | Sección: Política, Sociedad

Las cifras del Imacec son evidentes: una caída de un 3,4%, que lleva a la economía chilena al suelo y profundiza la grave crisis que vive el país desde el 18 de octubre. Fue como el terremoto del 2010, con la diferencia que entonces la caída del Imacec fue menor a 3% y que luego vinieron meses de recuperación económica. Los números de noviembre serán desastrosos para la economía chilena y los de diciembre también, si es que no hay un giro radical en la tolerancia a la violencia.

Este es el resultado del llamado “estallido social”, un país más pobre y donde las familias más vulnerables van a pagar la cuenta de la fiesta que se mandaron los delincuentes y vándalos en las calles. Los más ricos tienen cómo defenderse; los políticos, mantienen sus privilegios; de los funcionarios públicos, ninguno va a pagar con su puesto. Son cientos de miles de chilenos que van a perder el empleo, que van a dejar de consumir y que se van a ahogar en deudas y cargas financieras imposibles de resistir.

Durante este mes hemos visto cómo los populistas de turno interpretaron el estallido a su manera, proponiendo cambios a la Constitución, aumentos de sueldos y pensiones, rebajas de todo tipo. Aún siguen algunos buscando eliminar a las AFP o los dirigentes de los funcionarios públicos, que en medio de este desastre económico y social, proponen subirse el sueldo un 7%, aún cuando sus remuneraciones son un 30% mayor que el resto del país.

Muy pocos han abogado por combatir el verdadero problema que sigue vigente: la violencia. Mientras no cese, el país jamás podrá crecer ni asegurar un mejor futuro para su gente. Mientras la violencia continúe, no habrá feliz Navidad ni plebiscito constituyente. Mientras la violencia continúe, Chile seguirá empobreciéndose y perpetuando el camino al precipicio al que nos llevan la izquierda radical y el Partido Comunista.

Al igual que el 2010, Chile ha vivido un nuevo terremoto, más destructor y extenso que el 8.8 que azotó el sur del país. Un terremoto que sigue con réplicas fuertes y que no ha permitido que los trabajadores y emprendedores se pongan de pie. Un terremoto con un epicentro en la Plaza Italia, pero que se ha extendido a todos los barrios y regiones del país, inmovilizando a los que quieren vivir en paz, secuestrados por la violencia extrema.

Si el terremoto del 2010 requería un plan urgente de reconstrucción, el terremoto de 2019 también lo necesita. Pero no se trata solo de obras y de inversión, también necesitamos reconstruir el Estado de Derecho, tan severamente dañado. Reimponer el respeto a la autoridad y a nuestras policías; reinstaurar el orden público en cada lugar de Chile; devolverle la paz y la tranquilidad a los chilenos para transitar, caminar o simplemente vivir ajenos a la normalización de la violencia que hemos vivido en estos días.

Hoy, más que nunca, se necesita coraje para bajarse de la ola populista que recorre la izquierda y la derecha, y alzar la voz para poner el acento en la emergencia nacional que vivimos. Es la violencia, y no otra cosa, lo que tiene al país deprimido y amenaza con destruirlo pronto si no la detenemos.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por  El Líbero el martes 3 de diciembre de 2019.