La responsabilidad ciudadana en la paz

José Antonio Amunátegui O. | Sección: Educación, Política, Sociedad

Hemos escuchado muchas falsedades durante esta crisis. La primera y más evidente es que “Chile despertó” o “la ciudadanía ha hablado”; sólo habló una parte de ella, numéricamente inferior, con voz violenta o actos terroristas. Su apoyo estadístico en encuestas, fruto del fervor y del malestar general, no es válido como despertar o voz, pues ira furor brevis est, y, en aguas calmas, sólo existe una encuesta válida y legítima: las elecciones. El malestar general por la mala marcha de nuestros asuntos es, sin ninguna duda, abrumadoramente mayoritario, pero mucho más lo es que, en menos de un mes, se hizo de éste un mucho peor país, con el pretexto de mejorarlo.

Las causas de este malestar, en su forma de plantearlas y su fondo, rozan tangencialmente los verdaderos problemas, pero con diagnósticos y soluciones plagados de falsedades. Es así como leyes, aprobadas  desde 1990 a espaldas de la población, aniquilaron los muros de contención anti monopolios, o eliminaron barreras que impedían conflicto de intereses, entregando los FP a ladrones. Los millones de dólares de los trabajadores de Chile, o el poder estatal, son botines suculentos que jamás pasan inadvertidos a los codiciosos; todas las causas de malestar citadas por los manifestantes se explican por el añejo “el poder corrompe” que también tentó al agitador.

Cuanto a educación respecta, la única vía para exponer ideas debidamente argumentadas y fundadas es el diálogo, no el debate, la competencia, ni menos la violencia. Ocurre desde hace un tiempo algo gravísimo: hasta desde el Estado se define “educación” como herramienta para conseguir una “riqueza” medida en dinero, bienes transables y poder. Jamás educación o riqueza han significado tal cosa. Educación se define como riqueza en sí: conocimientos y virtudes éticas; los bienes transables y dinero son sólo frutos de conocimiento-virtud, -de ninguna manera las cardinales-, y; el Estado no es padre o madre de los chilenos, es la familia el fundamento comunitario y social. Si no se acepta a la familia educadora, y al aula formal privada o estatal  como auxilio de ésta, es sólo con el propósito de suplantar con tiranía al poder de la familia.

Una gran falsedad ha sido afirmar que la solución a los problemas pretextados es estatizar. La dignidad humana de cada persona y familia bajo este Estado de Derecho exige libertad, derecho a la autodeterminación, condición de soberano a quien sirve el Estado, patria potestad, propiedad de sus bienes… No hay dignidad en recibir todo del Estado, como si fuera caridad, pues lo digno es que las familias amplias, incluyendo los ancianos vivos, puedan subsistir sin asistencia; hoy se requiere asistencia, pero no se entiende cómo un Estado infectado de codiciosos podrá respetar dineros solidarios si hoy, por “intermediación”, menos de un 10% del presupuesto anual destinado a educación termina beneficiando a estudiantes. Asignar al Estado tanto poder sólo tiene un nombre: tiranía. La solidaridad que falta a la ciudadanía no sobra al Estado, eso es seguro.

¿Y esto de una nueva Constitución Política? Vacíos enormes en educación hacen remota la posibilidad de que alguien la haya leído o al menos sepa su función; si lo supieran no pedirían nueva Constitución. Decir con liviandad -luego de 30 años de democracia donde se la ha modificado- que es un resabio dictatorial, y decirlo con la misma violencia (del mismo origen) que hundió a este país entre 1967 y 1973, y que nos arrastró a un régimen militar, es ser hipócrita y caradura. ¿Quién pidió nueva constitución, la mayoría de Chile? Para nada, es demandada por los narco violentistas. ¿Redactar una nueva? Es materia de expertos y requiere tiempos de paz, pero antes una mayoría dirá si desea cambios, y cuáles, o desmentirá que es su deseo o prioridad. Los agitadores causantes de este desastre y estas demandas, hasta hoy representan y defienden la quintaesencia del pensar tiránico, violento y odioso, no a un pueblo afectado por injusticias. ¿Qué sabe de democracia quien ha sido capaz de podrirnos a todos para imponer sus ideas?

Chile en paz puede elegir lo que guste, en lo político y económico. Aquí lo único indeseable y universalmente proscrito es el uso de la violencia y el odio. Quede claro: ¡¡basta!! Cuanto al enojo de la ciudadanía, más le vale calmarse porque alguna vez apoyó un camino al marxismo, otra a Pinochet, luego no hizo nada contra la codicia excepto participar de ella, y ahora apoya cualquier falsedad, a tontas y a locas, sin espíritu crítico ni amor a la verdad. Tanta veleidad no da derecho a “enojarse”. Sólo debe asumir su responsabilidad en la tarea de erradicar la injusticia, la violencia y el odio.