La crisis moral de Chile

Alvaro Pezoa B. | Sección: Educación, Política, Sociedad

Estallido social, inoperancia de las instituciones, terrorismo, delincuencia, demandas ciudadanas insatisfechas y otros calificativos tienen cabida para describir aquello que ha acontecido recientemente y las realidades que lo han gatillado. Sobre esos temas se ha dicho mucho. De lo que se ha argumentado menos es sobre la profunda crisis moral que subyace a los hechos. El alma de Chile se encuentra dañada, haciendo brotar sus escorias por doquier, somatizando aquí y allá los efectos de males que se vienen arrastrando ya por largo tiempo. ¿Qué rasgos dominantes son manifiestos en este espíritu herido?

Destaca primero un creciente individualismo. Cada uno va a lo suyo, sin importarle mayormente los demás ni el bien común. Se busca satisfacer las propias necesidades, intereses y ambiciones, teniendo como referencia el estrecho mundo de un yo hipertrofiado y autorreferencial. Este individualismo que impulsa a pensar siempre primero en el “mí mismo” ha ido disolviendo las comunidades, partiendo por la esencial: la familia. Seguidamente y de forma emparentada al flagelo señalado ha ido creciendo la reverencia a la emoción, al sentimiento y a la satisfacción -idealmente sin límites- de las propias pulsiones: “En desear no hay engaño” parece ser la impronta prevaleciente. Esta marea pasional ha ido horadando la disposición reflexiva, el ejercicio racional y la autocontención. ¡Cuánta irracionalidad!, por ejemplo, se ha visto expresada en las últimas dos semanas de la vida patria, tanto en las conductas como en los decires.

Asociado estrechamente a los dos factores citados se encuentra esa versión contemporánea del materialismo que es el consumismo: quien más, quien menos, ha buscado afanosamente la felicidad en las cosas, en el efímero bienestar que regalan los bienes materiales, para muchos signos inmediatos del éxito y del ascenso social. En este catálogo lamentable no puede quedar excluida la devoción a los derechos y el desdén por los deberes. Se ha ido sembrando una sociedad de sujetos de derechos sin correlativos deberes: por ahí caminan miles de individuos súper conscientes de sus innumerables (supuestas) prerrogativas e indolentes a todo auténtico compromiso y obligación. Se ha cosechado a millares de pseudoinfantes y adolescentes (aunque ya no se encuentren en edad para darse tal lujo), que piden sin mesura, tantas veces sin ofrecer nada a cambio. De aquí al abuso de poder, la corrupción, la irresponsabilidad y la vida hecha farándula hay solo pasos. ¡Se han estado dando!

¿Qué sigue ahora? Nadie sabe a ciencia cierta, más todavía porque una porción significativa de las posiciones de liderazgo y autoridad están siendo ocupadas por personas infectadas por las mismas carencias éticas que el resto del cuerpo social. Materia de sobra para un duro presagio.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera el martes 29 de octubre de 2019.