En esta hora de crisis

Ignacio Serrano del Pozo | Sección: Política, Sociedad

En esta hora dolorosa, uno intenta encontrar un poco de consuelo en la reflexión sobre lo sucedido. Además, resulta una obligación moral e intelectual de todos los chilenos tratar de comprender qué le pasó a nuestra patria, y más importante aún, visualizar caminos de solución a esta crisis.

Una de las primeras preguntas que podemos hacernos es si efectivamente el modelo económico neoliberal que se impuso desde los años 70 es el principal responsable de los males sociales. No se trata de defender el sistema. Por el contrario, creo que la implementación de un paradigma de crecimiento que hizo de la maximización de las utilidades el criterio principal de acción es uno de los grandes causantes de la pauperización espiritual de Chile. Es cosa de mirar algunos de sus efectos perversos: la desaparición de los espacios públicos y la vida de barrio por efecto de los grandes malls o de proyectos inmobiliarios desmedidos, la transformación de la cultura como un bien de consumo, la desprotección de los adultos mayores y mujeres en edad fértil como “cargas” del sistema, la segregación entre estudiantes que pueden pagar y los que se deben conformar con una educación mediocre, así como la misma destrucción de la vida familiar debido a las grandes distancias y excesos de horas de trabajo que deben cubrir los jefes de hogar, por nombrar los más relevantes. El punto es si todo es culpa del sistema, como entidad impersonal, o más bien de quienes han usufructuado de él.

Para que se entienda lo señalado, podemos pensar que también nuestra frágil democracia encierra sus males y vive sus crisis: sobre representación de las elites, servilismo hacia los grupos más vociferantes, farandulización de la política, imposición de órdenes de partido por sobre la deliberación, por nombrar algunos ejemplos. ¿Son estos problemas esenciales del sistema político y la razón para abolirlo o reemplazarlo, o más bien, son parte de una patología de difícil cura que lo ha enfermado?

La cuestión planteada es importante pues permite dilucidar si el remedio de todos nuestros males consiste simplemente en cambiar el modelo vigente por uno nuevo. Quizás, antes de esto, mucho antes, se requiere un cambio en actitudes y mentalidades. Pues el individualismo y el egoísmo, la mirada distante hacia el otro, el miedo a perder privilegios, el exitismo rápido, el consumismo materialista, también pueden envenenar otros sistemas distintos al neoliberal y corromper toda forma de comunidad.

Estos días de crisis nos tienen que hacer reflexionar sobre qué país queremos, y no sólo qué sistema económico o político. En esa línea, este tiempo es también una oportunidad. Una oportunidad para dar cuenta cómo muchas personas se han atrevido a dar un salto fuera de sí para responsabilizarse por las dificultades y las carencias del otro. Me refiero a los que han salido a protestar pacíficamente con sentido de país, los que se han indignado ante los abusos cometidos hacia los más indefensos; pero también aquellos que, a través de pequeños actos como concurrir voluntariamente a limpiar la ciudad destruida tras las protestas, llevar en sus autos a desconocidos que carecían de movilización o ayudar a militares y policías exhaustos, mostraron que la solidaridad y la justicia siguen aún recorriendo Chile. Sólo desde este ethos es posible hacer cambios estructurales, lo demás son sueños o quimeras que más temprano que tarde volverán a desmoronarse.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Valparaíso, el domingo 3 de noviembre de 2019.