Carabineros de Chile

Gonzalo Cordero | Sección: Política, Sociedad

Comienzo con una palabra que todos los hombres, desde que el hombre es hombre, han proferido: gracias”. Así inicia su discurso Octavio Paz al recibir el premio Nobel de literatura, con esa palabra tan simple, que tiene equivalente en todas las lenguas y que humaniza tanto al que la expresa como al que la recibe.

De todo lo ocurrido en estas tres semanas, lo que más me impresionó es el video grabado al interior de un bus de fuerzas especiales de Carabineros, rodeado por una turba que lo inmoviliza e intenta volcarlo. El terror que sentí al verlo –con humildad lo reconozco- supera largamente el temor que expresaban los propios policías y más aún me impactó, cuando por fin llegaron a una zona segura, la carabinera que pregunta: “¿se encuentra bien mi sargento?” Gran lección para los que desde la comodidad de sus cargos y la teoría de sus ideologías piden una sociedad “más solidaria”.

También vi la opinión de una señora que, con la sabiduría que no se encuentra en los libros, sino que se recoge en ellos, dijo: “esos pacos desgraciados -recordando la forma en que los violentistas los insultaban- son los que nos defienden cuando tenemos un problema”.

Los carabineros han estado compelidos, desde un lado, a imponer el orden, hacer cumplir la ley y proteger tanto los bienes públicos como privados; criticados, desde el otro, por el uso excesivo de la fuerza y por no cumplir protocolos; inmediatamente querellados por las lesiones causadas en medio de las refriegas; “fiscalizados” por observadores cuya única preocupación es que los delincuentes puedan destruir todo lo que encuentran a su paso con pleno respeto a sus derechos humanos; y finalmente privados, en la mayor crisis del orden público de los últimos 50 años, hasta del uso de balines de goma.

Yo no sé cómo han sido para usted, estimado lector, estas últimas tres semanas. Para mí han sido angustiantes, por la incertidumbre. Por lo mismo, trato de imaginar cómo han sido para esos miles de carabineros, que se levantaron casi sin dormir, cada uno de esos días para ir a recibir bombas molotov, piedrazos, exponerse a la crítica inmisericorde del establishment frente a cualquier error, expuestos a ir a la cárcel si, en medio de la refriega a la que ellos tienen que ir obligados, día tras día, pierden la calma y disparan fuera de las normas. Cuántos carabineros debieron sumarse a la tarea de fuerzas especiales, sin tener esa especialidad, sencillamente porque no había suficientes de ellos.

Por eso hoy, a través de esta columna, intento aproximarme a lo que quisiera poder hacer personalmente, saludar a cada carabinero de este país, mirarlo a los ojos, estrechar su mano y decirle, como Octavio Paz, simplemente: gracias, muchas gracias.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, el sábado 16 de noviembre de 2019.