Mitos y verdades del rodeo

César Barros | Sección: Sociedad

Un grupo de diputados del Frente Amplio (FA), junto a algún senador, están empeñados en promover una ley que degrade a nuestro deporte nacional, y después, simplemente prohibirlo. Además, en estas Fiestas Patrias, compañeros de ruta incendiaron medialunas y promovieron desórdenes en medio de los rodeos. Lamentablemente, en el mundo urbano se conoce muy poco del rodeo. Y en base a esa ignorancia son permeables a los mitos y mentiras que difunden los animalistas más extremos.

El rodeo es, después del fútbol, el deporte que más público atrae. Dos millones de chilenos -y cuyanos- asisten a los 1.000 rodeos que se ejecutan en más de 700 medialunas a lo largo del año, desde Arica hasta Porvenir. Hay en Chile 30.000 jinetes que participan en las tres federaciones de rodeo chileno, que ocupan a 90.000 empleos directos, pero, adicionalmente, sirven al rodeo centenares de artesanos, transportistas, agricultores y veterinarios; están los fabricantes de monturas, aperos, frenos y espuelas, mantas y chamantos, que son orgullo nacional, y que sin el rodeo podrían desaparecer.

Otro mito corriente es que se trata de un deporte peligroso para jinetes, caballos y vacunos. La verdad es que el porcentaje de accidentes, sumando los de jinetes y animales, es despreciable. Muchísimos más accidentes provocan el fútbol, el rugby, el polo y la equitación. En cada rodeo debe haber una ambulancia con su equipo de paramédicos completo. Un veterinario de turno y los infaltables y apreciados carabineros. Y respecto a los animales: el jinete que toca con la mano, espuelas o chicote al novillo, es expulsado del rodeo y enfrenta fuertes sanciones.

Los animalistas del FA desconocen que el novillo es empujado hacia una atajada acolchada, porque de otra manera el novillo cae o salta. El jinete debe atajar con su caballo “cruzado” y en velocidad, que al ser un movimiento difícil para un equino, las probabilidades de atajar con puntos a un novillo es de 10 por cada 100 novillos corridos. Y la mayoría “pasa a piño” sin ser atajado. Es un deporte difícil, que requiere gran destreza de jinetes y caballos. Otro mito es que se trataría de un deporte “aristocrático y clasista”. Este cargo, aparte de ser falso, es una injuria. Es cosa de recorrer la lista de participantes, donde difícilmente encontrarán apellidos “aristocráticos” o personajes del 1% más rico de Chile.

Es un deporte completamente transversal: agricultores, empresarios, empleados y trabajadores, jinetes amateur, y profesionales, compiten mano a mano, sin categorías ni handicaps. A diferencia del fútbol, tenis o golf, cualquiera puede participar sin exclusiones. Tenistas, golfistas y equitadores están divididos en estrictas categorías, y nunca un principiante puede competir con los profesionales.

Nuestro rodeo es deporte, pero también tradición; orgullo, elegancia y gallardía de nuestros huasos y sus caballos. Descendientes directos de aquellos; caballos y jinetes de aquellas cargas gloriosas, que nos dieron las victorias en Tacna, Chorrillos y Miraflores.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, el viernes 27 de septiembre de 2019.