Cuando ocurre en sus narices

José Antonio Vidal | Sección: Política, Sociedad

Ciertamente las jornadas de violencia vividas en nuestro país quedarán en nuestra memoria como un triste recuerdo de violencia e injusticia. La injusticia del actuar de grupos terroristas minoritarios, pero muy bien organizados, será algo muy difícil de borrar. 

Si bien estos días ha proliferado el comentario y análisis de distintos “expertos” de la jornada, hay un conjunto de personas de las que nadie ha hablado: los que viven en la Región de La Araucanía. 

Impotencia me da al ver la prontitud de este gobierno para declarar Estado de Emergencia cuando la violencia ocurre en sus narices: en Santiago (al menos ahí se inició). Ciertamente este mismo nivel, incluso peor, de violencia se vive a diario y hace más de 10 años en la Región de la Araucanía, pero la incapacidad de nuestra clase política de poner orden en esa Región es porque para ella es algo muy lejano. 

Nos llenamos la boca hablando de que “Santiago no es Chile”, del centralismo, etc. etc. Pero ¿realmente actuamos como si así fuera? 

Los políticos, la mayoría de ellos santiaguinos, cuando ven hechos de violencia en el sur de Chile, actúan como si esa violencia fuera imaginaria, como si fuera un chiste. Pero cuando la violencia amenaza su propia ciudad, ahí recién “actúan”. Lamento decirles, pero esta violencia no es algo nuevo en Chile: pregúntenles a los que tienen que lidiar a diario con terroristas de la CAM. Hace años que las fuerzas policiales han sido sobrepasadas para actuar en La Araucanía, que terroristas actúan con fusiles de guerra, que hay lugares donde prácticamente no existe Estado de Derecho. Pero los políticos santiaguinos ven esto y proponen medidas realmente absurdas (porque no hay otro calificativo) como las de “dialogar”. Como si el diálogo con la violencia sirviera para algo más que legitimarla. 

Espero que la jornada de violencia que vivimos en distintas ciudades de Chile (principal y originariamente en Santiago), sea un golpe de empatía en los políticos por las personas que viven en territorios de conflicto en el sur de Chile. Porque precisamente eso les falta a los políticos: empatía. Empatía para ponerse en los zapatos de aquellos que tienen que lidiar con la violencia. 

Por último, y para acabar, obviamente ni en la Región de La Araucanía ni en Santiago, el problema de fondo se acaba reprimiendo a los violentistas. Pero es condición necesaria (no suficiente) para solucionar el problema. Porque, en ambos casos, hay que dialogar y buscar soluciones con los grupos pacíficos (la mayoría); reprimiendo con fuerza a los violentistas (minoría); dejándolos fuera del diálogo, porque ellos mismos, al usar la violencia, se han autoexcluido.