Caos en Chile: cinco puntos para el análisis

Benjamín Lagos | Sección: Política, Sociedad

1. El origen de la violencia

Las revueltas más violentas desde el retorno a la democracia en Chile no son simple «vandalismo«: son subversión. Está comprobado el lazo de los violentos con grupos anarquistas y de otras ramas de la extrema izquierda, organizada en pequeñas células vía redes sociales. Y las expresiones de apoyo de la coalición izquierdista Frente Amplio (FA) y el Partido Comunista (PC) a esta «protesta social» deja más que claro ese vínculo. 

Se ha denunciado la participación de la tiranía de Caracas en esta ola de violencia. El Tribunal Supremo de Justicia en el Exilio (TSJ) de Venezuela ha apuntado al régimen de Maduro y al Foro de São Paulo como instigadores de acciones subversivas en Chile y Ecuador. Y entre los detenidos por los disturbios en Chile hay venezolanos que acreditan ser militantes del partido de gobierno.

2. Las peticiones

Lo que empezó el lunes 14 con estudiantes secundarios evadiendo el pago del Metro de Santiago (que la semana anterior había subido 30 pesos), se transformó en una ola masiva de manifestaciones y disturbios contra las alzas en servicios básicos y, en el fondo, contra el sistema político y económico. Los promotores de estos hechos apuntan en sus reclamos a la desigualdad socioeconómica, que en realidad en Chile se ha ido reduciendo en la última década, pese a las consignas que dicen lo contrario. 

Sin embargo, el sistema económico-social ha permanecido en sus bases casi intacto durante más de 40 años; es la misma izquierda promotora de las movilizaciones la que suele decir que la Concertación administró el modelo político y económico del gobierno militar (1973-1990) casi sin cambios. Es decir, esto pudo haber estallado en cualquier momento. ¿Por qué a la centroizquierda -Concertación (que gobernó entre 1990 y 2010) o Nueva Mayoría (2014-2018)- no le tocó este estallido? Así como en las protestas estudiantiles de 2011, la izquierda tácita o explícitamente converge en un objetivo: desestabilizar al Gobierno de centroderecha. Esto tiene un parecido con el 2001 argentino, aunque sin crisis económica: es una conjura política pura y dura, con curioso paralelo con los recientes sucesos de Ecuador. 

Este intento de desestabilización está alimentado, es cierto, por el malestar de cierta clase media ensoberbecida y sobreendeudada: la clientela electoral del FA. Los focos iniciales de violencia no fueron barrios populares, sino sectores céntricos y de clase media y media-alta de Santiago. Y de allí se ha extendido a muchas ciudades.

3. La reacción de la oposición

Toda la oposición, casi sin fisuras, se manifestó en los primeros días en contra de la declaración de estado de excepción de emergencia y ha avalado, con distintos matices, la «movilización social«. Lo anterior supuso un desconocimiento del orden constitucional y legal y, lo que es lo mismo, una connivencia, al menos en el discurso, con la subversión; detrás de ello, sin duda, hay cálculos políticos. 

Sin embargo, la gravedad de la situación ha forzado algún cambio de posturas. Solo tardíamente el Presidente del Senado, Jaime Quintana (PPD) y el de la Cámara de Diputados, Iván Flores (DC), han ofrecido este domingo 20 su colaboración al Gobierno. Ello contrasta con el FA y el PC, que han llamado a un paro nacional para el lunes 21 y se negaron en principio a apoyar el proyecto de suspensión del alza del transporte público el domingo.

4. El errático manejo del gobierno y la labor de las Fuerzas Armadas

El Gobierno ha obrado de forma errática, sobre todo en un principio. El viernes 18, cuando los disturbios comenzaron a agravarse, el Presidente Sebastián Piñera antes de decretar estado de emergencia para Santiago fue al cumpleaños de su nieto en un restaurante de la zona acomodada de la capital. Luego en sus discursos Piñera y el Ministro del Interior, Andrés Chadwick, han llamado «vandalismo» y «delincuencia» a esta ola subversiva; hasta que el domingo 20 el Presidente reconoció: «estamos en guerra contra un enemigo organizado«. Por último, ha reaccionado con cierta lentitud al decretar el estado de emergencia en las distintas zonas. El Ejército ha quedado a cargo de Santiago y la Armada, de Valparaíso y Concepción. El sábado 19 se decretó por primera vez toque de queda, que ante la intensificación de los disturbios se extendió para el domingo 20 en un horario más amplio y en una decena de ciudades. Al día lunes 21, 12 de las 16 regiones del país, en todo o parte, están bajo estado de emergencia.

Pese a la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles, esta no ha dado abasto en varias zonas. Los subversivos y manifestantes en muchas partes no han acatado el toque de queda, por lo que se han producido cientos de detenciones. A lo largo de Chile, se registran más de 400 supermercados saqueados o incendiados; edificios públicos, bancos, comercios en general, siniestrados; incluso han sido afectados hospitales, escuelas y viviendas particulares. De las 136 estaciones del Metro de Santiago, 77 resultaron total o parcialmente destruidas. En muchos barrios, ante la insuficiencia de seguridad, los vecinos se han organizado por sí mismos para proteger sus casas y los comercios aledaños.

5. El cuadro institucional

Con estos hechos de violencia, los 30 años de paz social, estabilidad política y crecimiento económico que ha vivido Chile se han quebrado abruptamente. La decadencia de las instituciones intermedias (familia, Iglesia, escuela, etc.) y el auge de un discurso político demagógico han permitido la proliferación de una subversión que ha puesto en entredicho la institucionalidad y la estabilidad del país.

Están por verse los frutos de la colaboración entre poderes del Estado anunciada el domingo 20, sin puntos concretos todavía. Lo anterior sin considerar el proyecto de ley que envió el Presidente Piñera para suspender el alza del transporte público en Santiago, pretexto que desató este caos, y que el domingo ya fue aprobado en la Cámara (103 votos a 1).

Que nuestros gobernantes y todos los chilenos tomemos conciencia del peligro ante el cual nos hallamos, y actuemos en consecuencia. Y que Dios y la Virgen del Carmen, Patrona de Chile, nos ayuden.