El becerro de oro verde

Mauricio Riesco V. | Sección: Religión, Sociedad

La Amazonía ha estado siendo noticia últimamente; no solo los grandes incendios habidos en la zona han ocupado las primeras planas de los noticiarios. Hay también otro acontecimiento en desarrollo que recae sobre esa misma región y que pudiera, eventualmente, tener consecuencias más extensas que lo arrasado por el fuego. Se trata del próximo Sínodo para la Amazonía que prepara la Iglesia Católica, a celebrarse en el Vaticano entre el 6 y el 27 de octubre de este año y que, antes de empezar, ya está originando un preocupante alboroto. De hecho, son varios los obispos y cardenales que, alarmados, nos previenen de los peligros de esta reunión; “Contradice la enseñanza vinculante de la Iglesia (…), debe ser considerado herético”, advertía el Cardenal alemán Walter Brandmüller. Es que la temática de la asamblea ha sido causa de enérgicas controversias. En efecto, Instrumentum Laboris es el documento oficial de trabajo para el sínodo amazónico, y que fue dado a conocer por la Santa Sede el 17 de junio pasado; será el hilo conductor de la reunión con el que los obispos asistentes tratarán temas como la “Destrucción extractivista”; la “Valorización y profundización de las medicinas tradicionales”; el “camino hacia una iglesia con rostro amazónico e indígena”; “Ecología integral: el clamor de la tierra y de los pobres”; “una liturgia inculturada”; “La cosmovisión de los indígenas”; la “teología indígena”; la “ecoteología”, y un largo etcétera con esos conceptos algo difíciles pero tan originales.  

El Cardenal Gerhard Ludwig Müller, por su parte, reveló que “El documento llega hasta el punto de afirmar que hay nuevas fuentes de la Revelación”. “Una cosmovisión con sus mitos y el mágico ritual de la ‘Madre Naturaleza’, o de sus sacrificios a los ‘dioses’ y espíritus (…), no pueden ser un enfoque adecuado para la venida del Dios Trino en Su Palabra y en Su Espíritu Santo”. También refiriéndose al Instrumentum Laboris, el Cardenal Raymond Burke señalaba al periodista Patrick Coffin: “El documento es una apostasía. Esto no puede convertirse en la enseñanza de la Iglesia, y si Dios quiere, todo este asunto se detendrá”.

Otros, sin embargo, ilusionados con el tema, han expresado opiniones muy optimistas, sorprendentes, en verdad. Monseñor Franz-Josef Overbeck, por ejemplo, Obispo de Essen y presidente de la Comisión para América Latina del episcopado alemán, informó a través del sitio web oficial de los Obispos Católicos Alemanes, Katholische.de, que el sínodo “conducirá a una ruptura en la Iglesia y nada será lo mismo que fue”. En verdad, no he logrado encontrar motivos para no creerle; de hecho, agregó el Obispo que en esa reunión se “reconsiderará el papel de las mujeres en la Iglesia, la moral sexual, el rol del sacerdocio y toda la estructura jerárquica eclesial”. 

Por otra parte, un grupo de 28 “teólogos”, al alero de dos organizaciones promotoras de la teología de la liberación, Amerindia y REPAM, presentaron en Bogotá en abril de este año, un documento como colaboración a los padres sinodales para la preparación del cónclave; lo llamaron “Hacia el Sínodo Panamazónico – Desafíos y aportes desde América Latina y el Caribe. Nuevos caminos para la Iglesia”. En él, proponen “Acoger y apoyar la teología india, afroamericana, feminista y la ecoteología, como soporte para la configuración de una Iglesia con rostro propio”. Anticipan la necesidad de “redefinir la Eucaristía como un acto simbólico de la comunidad”; dicen que es “indispensable y urgente la participación de la mujer en la iglesia amazónica en calidad de presbíteras y diáconas para superar una perspectiva patriarcal” de la Iglesia. Piensan que se debe “Acoger y apoyar la teología india”; “Formar un clero propio con rostro amazónico según el perfil de las culturas locales” y otras cuantas ideas igualmente provocadoras. Para estos “teólogos”, pareciera que todo es poco, incluida la Encíclica Laudato Si, del Papa Francisco (mayo de 2015) que, sobre este mismo tema, nos invitaba a una “conversión ecológica” que implicara “un estilo de vida nuevo”.

¿A quién hemos de creer entre tantas declaraciones que en su esencia misma se contradicen? Existe un ambiente de nerviosismo, de tensión y ansiedad entre los fieles interesados por ver qué resulta de esta reunión. Expectantes también, en una carta abierta al colegio cardenalicio Athanasius Schneider, Obispo auxiliar de Astana, experto en Patrística, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Kazajistán (ex URSS), y el Cardenal Raymond Burke, doctor en Derecho Canónico, arzobispo de St. Louis (USA) y Prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, advertían que “las herejías y errores teológicos implícitos y explícitos presentes en el Instrumentum Laboris, son una manifestación alarmante de la confusión, de los errores y de la división que acosan a la Iglesia en nuestros días”. ¿A qué pastores hemos de seguir si el antes mencionado Cardenal Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe hasta hace dos años, nos previene que “No podemos hacer del ecologismo una nueva religión”? ¿Tendríamos, acaso, que confiar en aquellos 28 teólogos asesores que han informado que “darán vuelta la doctrina católica”, o bien, apoyar el Cardenal Robert Sarah quien, en el lanzamiento de su último libro (Le Soir Approche et Déjà le Jour Baisse), afirmaba “no podemos sacrificar la doctrina a la pastoral; hoy en día, numerosos sacerdotes y obispos están literalmente hechizados por los asuntos políticos o sociales”?

El de la próxima semana será un confuso, revuelto e incierto “Sínodo Verde”, que augura una confrontación entre autoridades de la Iglesia y la consecuente discordia entre fieles católicos. Por mientras, se puede decir que la Iglesia estará colaborando ¿cándidamente? con la ideología ecologista para, de paso, vestirse ella misma con ornamentos verdes queriendo dejar atrás los negros que, lastimosamente, ha debido usar desde hace un largo tiempo a consecuencia de los escándalos sexuales que todos hemos conocido. Activando ahora el eco-indigenismo de la Amazonía, y con una planificación políticamente correcta aunque absolutamente impropia de la fidelidad que debe a su objetivo único y trascendente, la Iglesia está pasando a ser un inesperado soporte a todos esos movimientos ecologistas, animalistas, medioambientalistas, los de la biodiversidad, del cambio climático, los conservacionistas y aquellos otros grupos hiperestésicos que, quizás si algunos de buena fe, comparten los mismos desvaríos, y entre los que hay, no pocos, ambientalistas radicales para quienes la desaparición fortuita de una especie de matapiojo, sapo o cucaracha amazónica, es muchísimo más grave que la desaparición provocada de cientos de miles de seres humanos nonatos en el “medioambiente” en que viven antes de nacer, es decir, en su propio “ecosistema”, el útero materno.

Dentro de toda esta revoltura, lo que está quedando claro es que este experimento, este despertar ecologista en la Iglesia desde hace ya algunos años, no será gratis; el delirio que genera hoy la ecología, podría llevar a un sector de nuestra Iglesia a situaciones imprevistas que terminen por romper la ya tirante coyuntura en que se encuentra.   

Algo en común, digo yo, tienen los recientes incendios en la Amazonía y el sínodo ecológico que se inicia la próxima semana en el Vaticano; por la cola se unen estos dos acontecimientos. Es que, los incendios han llevado la destrucción a un territorio considerado como el “pulmón del mundo”, un “santuario de la naturaleza” como lo han bautizado sus devotos. Y, por otra parte, es muy probable que el sínodo verde contribuya a perjudicar más aún la unidad de la Iglesia, ya tan estropeada. Fatalidades ambas. Lo asombroso es que esta vez es ella misma, la Iglesia como institución, la que se acerca al fuego. 

Que nuestros santos intercedan por este evento eclesial para que, en el respeto de la belleza de la creación, todos los pueblos de la tierra alaben a Dios, Señor del universo, e iluminados por Él recorran caminos de justicia y de paz«. Papa Francisco, Ángelus, 15 de octubre 2017.

Amén.