Mentiras

Adolfo Ibáñez S.M. | Sección: Política, Sociedad

De a poco se ha ido recurriendo a la costumbre de mentir sueltamente para meter diferentes ideas en la cabeza y el espíritu de la gente. Se las emplea a falta de planteamientos y programas válidos para encubrir el conocido y generalizado fracaso de los postulados izquierdistas y estatistas. Ellas se han convertido en una herramienta válida y consciente para producir un impacto en la mentalidad colectiva, sistema este que se emparienta con los ya conocidos impactos noticiosos y publicitarios de los medios y de las empresas comerciales. El problema no es solo que algunos usen esta forma degradada, sino que no haya nadie que se les cruce para desenmascararlas. Así como se ha desplegado una guerrilla para impactar de esta manera, no existe otra para contrarrestarla con eficacia.

El último episodio ha sido lo de la jornada de trabajo. El Gobierno mandó un proyecto laboral y, en respuesta, le metieron un gol de media cancha para rebajar la jornada con el pretexto de que mejoraría la productividad laboral y que los trabajadores tendrían más tiempo para estar en su casa con la familia. Todo falso: no hay estudios que respalden lo de la productividad y, en cuanto a descanso, se logra mucho más mejorando la movilización colectiva. Y el Gobierno terminó transformando el gol de media cancha en autogol.

Hace apenas unas semanas estuvo en las noticias la discusión sobre las pensiones. Y los políticos de todos lados hablaron engoladamente sobre la creación de un “ente estatal” para administrar el aumento de la cotización. Se comprende que la política lleva a las negociaciones. Pero el Gobierno no ha sido capaz de difundir sus ideas para llegar a la gente; desconoce la necesidad de convicción y de comunicación para neutralizar a la mayoría opositora, lo que deja sus iniciativas a merced de cualquier mentira que se eche a circular.

Otro tanto sucedió con el tema de la educación de calidad. La izquierda se propuso reforzar el “sistema” y lo logró. Desde hace un siglo está proponiendo sistemas para todo —salud, educación, economía—, porque no cree en las personas. Sistemas que han fracasado rotundamente en todos lados. Y la sala de clases ha sido la gran ausente en esta discusión.

El problema de hoy radica en si la democracia es racionalidad o solo impulsos violentos, como el terrorismo en la Frontera, minuciosamente encubierto por los políticos. Las mentiras nos amarran a un presente fangoso que se traga las necesidades de la gente y transforma al Estado de Derecho en una ilusión.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago, el lunes 19 de agosto de 2019.