¿Libertad, Igualdad y Fraternidad?

José Antonio Vidal | Sección: Sociedad, Vida

Finalmente murió Vicent Lambert, el francés de 43 años que quedó parapléjico como consecuencia de un accidente en moto el año 2008.  Lamentablemente, el accidente no fue el causante de su muerte, sino la acción humana: Vicent fue asesinado. Y fue asesinado lentamente, con una de las más monstruosas formas de morir: por sed, y frente a la impotencia de sus padres que hicieron todo lo posible por salvarle la vida. 

La muerte de Vincent se viene a sumar a una larga serie de crímenes del Estado francés moderno, todos ellos cometidos por esos defensores de los “derechos humanos”, verdadera verborrea utilizada precisamente por quienes sistemáticamente violan los derechos concretos de las personas. Es que el revolucionario, que se llena la boca hablando de los “derechos universales” de un hombre abstracto que nunca ha existido, a la hora de defender a un hombre concreto de carne y hueso, como lo fue Vincent Lambert, mira a un costado o, peor, es capaz de sacrificarlo invocando esos mismos “derechos humanos universales”. 

Durante la Revolución Francesa a quienes disentían del discurso oficial de los derechos humanos se los asesinaba de las formas más brutales que se puede imaginar. Basta recordar los campesinos católicos asesinados en el genocidio de la Vendée, que hasta el día de hoy el Estado francés se niega a reconocer, para ver la aparente contradicción de los “defensores de los derechos humanos”. 

Existe un deber de resguardar la vida. Esta es la principal razón por la cual si vemos a alguien que se va a tirar de un puente debemos hacer todo lo posible por salvarlo; o si alguien es trasladado a urgencias de un hospital luego de haber ingerido voluntariamente un cóctel de píldoras, el médico debe hacerle un lavado de estómago e intentar salvar su vida. En estos casos no se puede invocar la fórmula “es que el suicida tiene autonomía para quitarse la vida”. La autonomía tiene límites. No se puede invocar el derecho al suicidio. Justamente a problemas como estos es a lo que apuntaba el gran Nicolás Gómez Dávila en uno de sus aforismos: “se acostumbra a pregonar derechos para violar deberes”. En la eutanasia, al igual que el suicidio, pasa lo mismo. Hay un deber de resguardar la vida, independiente de si el paciente mismo quiera quitársela, porque toda vida merece ser vivida. 

El caso de Lambert es una situación aún más extrema porque, en su caso, ni siquiera se podía invocar la autonomía para el asesinato, ya que estaba inconsciente. Eran otros los “iluminados” que decidieron que su vida ya no merecía ser vivida. Esos otros incluso desestimaron la voluntad expresa de los padres de Lambert de no asesinarlo. Esos otros poderosos decidieron por Lambert.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Ideas Republicanas en  https://www.ideasrepublicanas.cl/columnas/libertad-igualdad-y-fraternidad, el lunes 29 de julio de 2019.