Gremialismo ausente

Gonzalo Rojas S. | Sección: Educación, Sociedad

Uno de los datos más sorprendentes en todo lo que está pasando en la P. Universidad Católica de Chile, es la carencia de protagonismo del viejo y querido Movimiento Gremial de la Universidad.

Por más de 50 años, esa fundación de Jaime Guzmán  -sostenida por tantas generaciones de alumnos y profesores-  había venido siendo actor decisivo en todos los conflictos que se han producido en aquella universidad. 

Jaime dotó al Movimiento Gremial de tres características que hoy brillan por su ausencia.

Primero, convicción en los principios. Para eso, durante casi medio siglo, fue decisiva la formación de sus integrantes, de modo que ante la adversidad experimentaran la seguridad que da el conocimiento claro de una teoría correcta.

Segundo, selección de sus dirigentes. Desde el comienzo, se trataba de que se incorporaran al MG alumnos de sólidas condiciones humanas, que buscaran la coherencia de vida y que, aunque no necesariamente fuesen los mejores estudiantes, al menos tuvieran un rendimiento que los mostrara como ejemplos de interés por el conocimiento. Yo no conozco de primera mano esos años 1966-1970, pero sí percibí sus resultados en aquellas personas de gran calidad que ya en 1971 dirigían al Gremialismo.  

Tercero, la cadena generacional, por la cual Jaime influía en los mayores, ellos en los que vinimos después y nosotros en cada una de las generaciones que se fueron incorporando. De esa manera, se garantizaban los dos aspectos anteriores: solidez de principios y selección de las personas. Sin ninguna regulación formal, esa vinculación generacional venía permitiendo un buen control de calidad y solidez. Y, por cierto, en esa tarea, la Fundación Jaime Guzmán venía jugando desde 1991 un papel decisivo.

Todo lo anterior está en crisis.

Las primeras señales de debilidad en los principios se dieron cuando la consejera superior gremialista se manifestó a favor del otorgamiento del derecho a voto de los representantes estudiantiles en el Consejo Superior de la Universidad. Curiosamente, de ahí para acá, cada vez que se ha esperado un pronunciamiento del MG frente a los graves acontecimientos de disolución moral o de violación del derecho que suceden frecuentemente en la PUC, los gremialistas se restan. Silencio casi total.

Además, la carencia de calidad humana de algunos de sus integrantes es motivo continuo de crítica por parte de quienes se asoman al MG, con la ilusión de encontrar solidez en las personas. Es cierto que algún control de calidad hay, ya que quien realizó el año pasado una siniestra maniobra contra el candidato gremialista a la FEUC, había sido expulsado previamente de la organización y justamente eso lo llevó a idear tamaña barbaridad. Pero, ¡cuántas quejas vengo oyendo en los últimos años de parte de los novatos, respecto de la diferencia que existe entre la ilusión que tenían y la realidad que encontraron!

También los mayores hemos fallado. Los profesores universitarios, la Fundación, los antiguos presidentes de FEUC… parece que todos dimos por sentado que la maquinita funcionaría automáticamente. Y no es así.

En este último trimestre académico del 2019 se da, eso sí, una gran oportunidad para que el Movimiento Gremial recupere su prestancia y su prestigio: el proceso de búsqueda de los nombres para integrar la terna para el nuevo rector que gobernará la PUC a partir de marzo del 2020. Si el MG es capaz de plantearse seria y coherentemente a favor de una candidatura que recupere el buen clima interior y restaure la catolicidad para la Universidad, se habrá comenzado a revertir el perceptible deterioro gremialista que tanto nos duele.