La libertad ilusoria

Natalia K. Denisova | Sección: Sociedad

No hay día que no tenga que soportar el tópico de que vivimos en una época de libertad. Unos dicen que somos libres para expresar nuestras opiniones, otros para elegir cualquier oficio o modo de vida… No hay una visita guiada por los sitios históricos y museos que no mencione que nuestro tiempo goza de una libertad casi ilimitada, sobre todo si la comparamos con épocas pasadas. ¡Oh, feliz tiempo que merece este elogio! Pero, ¿será esto verdad? ¿Para qué repetir y recordar constantemente lo que todo el mundo sabe y, más todavía, vive día a día? Me parece raro.

Si miramos a nuestro derredor con los ojos abiertos, lo que percibimos son las limitaciones y barreras que, si no son las mismas que en otras épocas, llegan a tener la misma fuerza perjudicial. Si pensamos en la libertad de expresión, pues, habrá que ver cuántos periodistas han sido excluidos de los medios de comunicación durante la democracia por no coincidir con el criterio de la redacción. También tendríamos que recordar cuántos y cuántos sabios e inteligentes profesores han sido excluidos de las cátedras y de los departamentos universitarios, sencillamente, porque expresaron opiniones a contrapelo de los “aceptados”. El caso de las universidades es uno de los más preocupantes, porque hay Facultades enteras que controlan al personal docente gracias a una especie de tribunales populares: si aparece alguien discorde, alguien que no está en la tribu que rige un chamán, los profesores movilizan a los alumnos que denuncian al individuo en cuestión. Una técnica de limpieza ideológica sumamente eficaz.

La propia educación se ha convertido en el modo de fidelizar de por vida, de estabular que no liberar, a los seres humanos. Ya no se educa para la emancipación sino para el servicio. Por mucho que se llenen la boca con lemas sobre una educación multidisciplinaria y bobadas parecidas, lo cierto es que los criterios oficiales para hacer carrera lo diseña el poder de turno. Lo mismo sucede en la enseñanza de las artes como la pintura o la música: si desde niño no has asistido a alguna enseñanza reglada, por muy apto que seas, no podrás cursar estos programas. Finalmente, si leemos el discurso de Benjamin Constant sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, nos daríamos cuenta que estamos a punto de perder ambas: la libertad antigua, es decir, el poder del ciudadano a determinar la política de su país y la moderna, que consiste en escoger según sus gustos e intereses el oficio, de disponer de su propiedad y administrarla sin rendir cuentas a nadie.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Imparcial en  https://www.elimparcial.es/noticia/203184/la-libertad-ilusoria.html, el sábado 13 de julio de 2019.