Pasarán, los periodistas, pasarán

Gonzalo Rojas S. | Sección: Política, Sociedad

No he podido encontrar la referencia concreta, pero si la memoria no me falla, lo que más o menos Pablo Longueira le dijo años atrás a Raquel Correa, al iniciarse una tensa entrevista en El Mercurio, fue algo así como “el 90% de los periodistas son de izquierda”.

Hoy, esa afirmación requiere de dos puestas al día.

Por una parte, el porcentaje ha aumentado, qué duda cabe. Por otra, no es el izquierdismo lo que define a gran parte de los comunicadores, sino más bien un talente secularizador, iconoclasta, desfachatado, común por igual a los que se reconocen como izquierdistas duros o blandos, y a quienes se las dan de liberales (y, por cierto, ese talante es el adn básico de quienes juntan las dos tendencias en una misma personalidad).

Las principales posiciones, los rostros más conocidos e influyentes, las voces más graves y solemnes, se turnan para desprestigiar a la Iglesia Católica, para atacar a José Antonio Kast, para repetir ”dictadura, dictadura”, como si fuera manjar en sus bocas. Se invocan unos a otros, e incluso un medio, El Dynamo, parece destinado a citarlos a todos, destacando supuestas ocurrencias y aciertos que no pasan con frecuencia de ser vulgaridades o lugares comunes.

Groseclose lo mostró hace años, cuando analizó la composición de las mesas de redacción de los principales medios de los EEUU y, obviamente, encontró que apenas había periodistas conservadores presentes y que, los pocos, lo pasaban muy mal. ¿Cómo será en Chilito? Me lo puedo imaginar perfectamente después de haber sido profesor de generaciones completas de Periodismo en la PUC, durante casi una década. Pocos mostraron algún interés en conocer pensadores del siglo XX y uno -la concreta guinda de la torta- me agredió verbalmente al terminar una clase sobre Juan Pablo II el año pasado. Todo un símbolo.

Ensanguchados entre las grandes transnacionales de las comunicaciones que les pautean las noticias en un muy determinado sentido, y sus propias familias, que tratan de disuadirlos para que no estudien una carrera con “un milímetro de profundidad”, son cada vez menos los jóvenes valiosos que estudian Comunicaciones y perseveran después en la profesión. 

Hay, por delante, varias maneras de hacerle frente a este problema. 

Por una parte, el empeño de algunos dueños de buena orientación por recuperar el control editorial de sus medios. Por otra, el incentivo permanente a jóvenes talentos secundarios, para que escojan Periodismo en universidades seguras y desarrollen sus capacidades. En tercer lugar, la exigencia permanente a entrevistadores, conductores y panelistas, para que respeten la paridad de opiniones y traten con dignidad las posiciones conservadoras: ya está bien de dejarse avasallar con tal de tener cinco minutos en pantalla.

Pero, casi con toda seguridad, este problema dejará de tener la relevancia que posee hoy, si somos capaces de generar mil iniciativas comunicacionales serias en los nuevos medios a nuestra disposición. Chao rostros.