La batalla cultural

Juan Manuel de Prada | Sección: Sociedad

Afirmaba Chesterton que lo grave no es que vote un bajo porcentaje del electorado, sino un bajo porcentaje del votante. Pues, a su juicio, el hombre promedio vota con la mitad de la cabeza tan sólo, o incluso con una centésima parte, en lugar de hacerlo con todo su ser, con la cabeza y el corazón, con el alma y el estómago, “como hacemos cuando rezamos o nos casamos, incorporando a nuestro voto el color arrebolado de aquella hermosa puesta de sol que nos dejó arrebatados, y también la música de aquellas canciones espléndidas que nos conmovieron”. Para lograr que el votante sólo vote con un “bajo porcentaje” de su ser, los ingenieros sociales lo dejaron sin bodas y sin oraciones, sin puestas de sol y sin canciones espléndidas; o sea, le impusieron las formas de vida que convenían a los ingenieros sociales. A este proceso de modelaje de las almas se le llama finamente “batalla cultural”.

En una crónica de un acto electoral de Rocío Monasterio publicada en eldiario.es, Íñigo Sáenz de Ugarte señalaba que su discurso era el propio de “los derrotados en todas las grandes batallas culturales de las últimas décadas”. Para el cronista del acto, la “evidente desazón” de Monasterio era un “termómetro del éxito cultural de la izquierda”, que ha sabido imponer sus “valores sociales” (aunque, a renglón seguido, el cronista recordaba que “la educación en la Comunidad de Madrid ha estado controlada por la derecha desde 1995”). La izquierda, en efecto, ha ganado la batalla cultural. La empezó a ganar, en una primera etapa, con la colaboración de la derecha del Partido Popular que, a cambio de imponer su modelo económico, aceptó vergonzantemente los “valores sociales” de la izquierda. Y la terminó de ganar con la aparición de la derecha de Ciudadanos, que para medrar no ha vacilado en hacer propios los “valores sociales” de la izquierda, a veces incluso en su versión paroxística (por ejemplo, en su defensa psicopática de los vientres de alquiler y otras vísceras). A estas dos derechas se sumó Vox, que se ha conformado con captar a los rezagados con proclamas altisonantes que caen como napalm sobre una sociedad moldeada por “valores sociales” adversos, de tal modo que por cada voto que ganan para su causa fabrican dos para la izquierda. Pero las batallas culturales no se ganan lanzando proclamas altisonantes que crispan a quienes han sido moldeados por un ambiente cultural que -como escribía Proust- “les impide darse cuenta de lo que podía tener de moral o inmoral la vida que llevaban, porque era la de su ambiente”. Y para liberar a la gente de ese ambiente hay que recuperar el arrebol de las puestas de sol y la música de las canciones espléndidas. Quiero decir que hay que combatir las formas de vida que interesan a los ingenieros sociales.

Mientras la derecha no libre de forma astuta esa batalla cultural sólo podrá aspirar a (escasas) victorias pírricas y parciales, actuando como fregona de los estropicios que causan las francachelas de la izquierda. Pues, como les ocurre a los falsos devotos (que sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena), los votantes modelados en los “valores sociales” de la izquierda sólo se acuerdan de votar a la derecha allá donde ven las orejas al lobo. Y, pasado el peligro, vuelven a votar a quien encarna con mayor autenticidad los “valores sociales” vigentes.

La derecha española, como el rey don Rodrigo del romancero, está herida “por do más pecado había”, que es su renuncia a librar la batalla cultural. Y mientras no cure esa herida, sus (escasas) victorias serán pírricas y parciales.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por ABC en  https://www.abc.es/opinion/abci-batalla-cultural-201905270413_noticia.html, el 27 de mayo de 2019.