¿Es razonable volver a la reelección presidencial?

José Tomás Hargous | Sección: Política

Leo en el diario La Segunda del viernes pasado una encuesta realizada por la Universidad Diego Portales (UDP) y Criteria Research que trata distintos temas políticos interesantes. Uno de ellos es la duración del período presidencial y, más en concreto, la posibilidad de la reelección presidencial inmediata. 

Por alguna razón en nuestro país la reelección es mal vista. Se piensa que el gobernante se apernará en el poder para siempre, y nos haremos más bananeros. La sospecha es relativamente fundada, si vemos la experiencia de nuestros vecinos latinoamericanos. Pero si vamos a un país que no sólo no es bananero, sino que es el régimen presidencial más importante del mundo, Estados Unidos –que, siguiendo a Daniel Mahoney puede ser un ejemplo para los conservadores–, vemos que la reelección inmediata (limitada) no sólo existe, sino que en general los presidentes postulan a un segundo período. 

En esta columna quiero tratar dos temas estrechamente relacionados: la duración de los períodos presidenciales y la pertinencia de volver a la reelección presidencial inmediata pero limitada.

La reelección presidencial existió en Chile, en el siglo XIX, al menos desde la Constitución de 1833, que trajo la mayor estabilidad política al país en su historia, época en que fue el tercero más estable, superado solamente por, justamente, Estados Unidos e Inglaterra. Durante la llamada República Conservadora, los presidentes José Joaquín Prieto, Manuel Bulnes, Manuel Montt y José Joaquín Pérez (1831-1871), gobernaron cada uno por dos períodos de cinco años. Sería sólo hasta Federico Errázuriz Zañartu que la reelección inmediata sería prohibida. 

Con posterioridad a la también llamada República Ilustrada, en Chile hemos probado, sin reelección inmediata, períodos presidenciales de cuatro, cinco, seis y hasta ocho años –este último sólo estuvo vigente entre 1981 y 1989–, cada uno con resultados diversos en cuanto a la estabilidad política. La última reforma al respecto, de 2005, rebajó el período a cuatro años. 

En períodos cortos, como el que tenemos hoy, podemos dividir los cuatro años en uno de instalación, uno y medio de ejecución y uno y medio electoral. En definitiva, no se alcanza a hacer mucho, lo que se hace sólo es realizado en función de beneficios electorales en comicios a la vuelta de la esquina, y los presidentes se quedan “con gusto a poco”, lo que los tienta a postularse nuevamente y “continuar la obra inconclusa”. 

Es lo que ha ocurrido últimamente en Chile: se ha dado una estabilidad aparente en cuanto a dos presidentes que se han “repetido el plato” entre 2006 y hoy. Decimos que es aparente porque no es sostenible a largo plazo, sino que se soporta en dos liderazgos personalistas como los de Bachelet y Piñera. Esto ha producido una serie de problemas, como que el nuevo presidente busca desmantelar lo que hizo su antecesor, que no se piensa en el largo plazo sino en el mero beneficio electoral, y se realiza sólo lo que tiene más publicidad. Además, como ambos políticos son electoralmente poderosos, no se han dado el tiempo de buscar un sucesor que continúe su obra, sabiendo que son capaces de volver por sí mismos. Es importante recordar que, como la reelección no inmediata es ilimitada, Piñera y Bachelet podrían eternizarse en el poder intercaladamente ¡mientras el cuerpo y la mente se los permitan! Esto no es verdadera estabilidad política. Porque no permite que exista una continuidad en el gobierno del país, pensando en el bien de la Patria y no en el beneficio del gobernante, su coalición o su familia.

Siempre se dice que la reelección presidencial causa que los presidentes se eternicen en el poder. Como hemos mostrado aquí, la historia de Chile señala que eso es falso. O al menos, no se deduce de forma causal. Aún más, creo que la reelección favorece la preocupación por el largo plazo, da mayor estabilidad al gobierno, favorece la limitación del poder e incluso promueve la búsqueda y la formación de sucesores. 

Si existiera reelección inmediata, el gobierno tendría más años para diseñar e implementar las reformas que requieren tiempo de implementación para dar sus frutos, evitando así el cortoplacismo. El gobierno se preocuparía de los problemas reales de nuestra Patria, y no de lo que sea más atractivo por marketing o un beneficio electoral. También, de paso, tendría el doble de tiempo para buscar un posible delfín, pudiendo formarlo adecuadamente para ser un buen reemplazante. 

Decía más arriba que, a mi juicio, la reelección favorece la limitación del poder. Lo hace por la vía de un mayor accountability ciudadano, convirtiendo a la elección en un plebiscito sobre la gestión del presidente, pudiendo ser premiado en el caso de que haya gobernado bien, y castigado en el caso de haber gobernado mal. Eso es un claro beneficio a la democracia, que se sostiene por la participación política de los ciudadanos, primariamente en las elecciones, donde –como se dice en las franjas electorales– con un lápiz puedes decidir los destinos del país. Por el contrario, como hoy no hay reelección inmediata, no tenemos una instancia de evaluación ciudadana de la administración del país que ha hecho el Presidente de turno, lo que permite que ellos “hagan lo que quieran” mientras el ciudadano no se entere, y le informan sólo lo que es atractivo. 

La posibilidad de dos períodos presidenciales consecutivos, permite trabajar a más años plazo y no demoler la obra del antecesor, sino que construir sobre lo realizado. Esto cobra mayor relevancia al considerar que el Presidente de la República debe dirigir los rumbos de la nación y no sólo administrar una maquinaria burocrática, lo cual exige la explicitación de un proyecto, de un plan país, que vaya mucho más allá, incluso, de los 8 años.

La discusión puede ser interminable, pero quiero dejar una idea para concluir. No podemos vetar el debate sobre la reelección presidencial inmediata, y pienso que –si seguimos con períodos cortos– traería muchas ventajas a la hora de la estabilidad política, la búsqueda de sucesores, vincularse de mejor forma con los ciudadanos y que el Presidente piense en el largo plazo.