Agresión en las redes

Gonzalo Rojas S. | Sección: Educación, Sociedad

La agresión en las redes anti sociales se ha hecho ya un hábito. 

La paridad de cada uno de sus usuarios se impone por sobre las cualificaciones personales. Un individuo puede comentar ponderadamente desde su doctorado en filosofía política, pero será contrastado con un insulto por quien apenas terminó el cuarto medio con 4.3 de promedio. Esas son las reglas: el que entra en el sistema sabe a qué se expone.

La agresión puede ser analizada bajo tres aspectos: sus formas, los motivos que la explican y la identidad de los agresores.

Las formas de la agresión son bien conocidas. A veces es el insulto a cara descubierta, lleno de garabatos; en otras oportunidades es la descalificación por hechos anteriores a los que motivan el comentario; también se da, por supuesto, la agresión simplemente basada en mentiras.

Los motivos que llevan a algunas personas a actuar así pueden resumirse en: incapacidad intelectual para argumentar; odio acumulado contra todo el que piense distinto; afirmación de la propia inestable personalidad; recepción de un pago por agredir; y, en algunos casos, todas las anteriores.

Y ¿quiénes son los agresores?

Mayoritariamente son jóvenes entre los 15 y los 35 años, es decir individuos aún inmaduros que procuran destacarse mediante la violencia verbal, aunque ciertamente no faltan quienes actúan de modo anónimo. A ellos se suman los viejos marxistas, esos sujetos canosos y arrugados, decrépitos intelectual y vitalmente, que encuentran en las redes la última ocasión de hacerse notar. Pobres fracasados, aun no conversos.

Frente a esa marea de bilis y ácido que se expande por las redes, no cabe sino ponderar el uso de muy variados mecanismos de defensa.

Por una parte, corresponde utilizar todos los recursos que las redes otorgan para bloquear a quienes ofenden. No hay ninguna razón que justifique la pasividad en el nombre de una supuesta tolerancia. Al que te agrede, sácalo del sistema, simplemente porque no es capaz de dialogar. Por cierto, se puede también ignorar a los violentistas y contestar sólo a aquellos comentarios que, aun siendo contrarios a la propia posición, han sido formulados con racionalidad y respeto. Eso marcará la diferencia respecto de los agresores incontinentes. Incluso, en algunas oportunidades extremas, no cabrá más actitud que abandonar ciertas redes, dejando muy en claro que no se está dispuesto a convivir con el odio y la maldad de los agresores verbales.

Y, por cierto, para ser plenamente consecuentes, a veces habrá que reprocharle incluso a quienes piensan como uno, un tono, unas expresiones, que no se condicen con la propia posición. No por ser amigos, puede tolerárseles que caigan en análogas faltas.