Populismo, establishment e ilustración

José Antonio Vidal R. | Sección: Política, Sociedad

Cuando la filósofa francesa Chantal Delsol escribió, en el 2015, su libro Populismos: Una Defensa de lo Indefendible lo que buscó fue explicar las razones de por qué un término que, en su origen tenía una carga positiva, es usado en la actualidad sistemáticamente por las élites del mundo para desprestigiar a los movimientos y gobiernos populares. Delsol sitúa la razón de este cambio en la Ilustración. 

Los ilustrados creían que debían emancipar al pueblo de sus antiguas “ataduras” sociales, políticas, religiosas y culturales. La Ilustración, con su mentalidad globalista, buscaba emancipar al pueblo de todo tipo de arraigo o particularidades. Lo que importaba para la élite era la defensa de una libertad abstracta, desligada de todo vínculo histórico y cultural concreto; se debía reemplazar toda defensa de tradiciones locales por el cosmopolitismo ilustrado. Entonces comenzó el enfrentamiento: la élite ilustrada, por un lado, y el pueblo por el otro. 

Pero este enfrentamiento no quedó ahí. Con el paso del tiempo, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, la separación entre la élite y el pueblo se fue acentuando cada vez más, hasta llegar al punto en el que nos encontramos hoy: un pueblo desengañado que ya no cree las “verdades” políticamente correctas que intenta imponer el establishment; y una élite progresista, cerrada en su burbuja, que ha llevado la emancipación hasta un extremo casi demencial. Y mientras la separación es mayor, la élite pierde cada vez más su capacidad de entender al pueblo, lanzando a diestra y siniestra el término populismo para designar toda opción política que cuestione el “consenso” progresista. Citemos a Delsol: “Una parte del elemento popular defiende el arraigo, en oposición a la emancipación posmoderna. Y la élite, descontenta con semejante traición, interpreta esa defensa del arraigo como simple egoísmo. Por ejemplo: si la gente sencilla anuncia que prefiere conservar sus tradiciones propias, en lugar de que se le impongan las de una cultura extranjera (enviar a sus hijos a escuelas donde sus compañeros hablen francés), se deduce que son egoístas y xenófobos. O, en otras palabras, que son idiotes, particulares incapaces de elevarse a lo universal, y por tanto malos ciudadanos, a la vez que imbéciles (no comprenden el universalismo cosmopolita) y unos cabrones (no aman a los demás). En realidad, no son ni una cosa ni la otra, por lo general: sencillamente, estiman que la emancipación que abole las fronteras ha ido demasiado lejos, ya que todos tenemos necesidad de fronteras y de diferencias”.

Por poner un ejemplo que ilustra bastante la separación, casi infinita, entre la élite y el pueblo basta ver la gran cantidad de resultados de distintas elecciones totalmente opuestas a los pronósticos del establishment. Toda la élite del mundo creyó hasta el último minuto antes de las últimas elecciones presidenciales de EEUU que ganaría Hillary Clinton. Los medios importantes, los “expertos” de matinal, los intelectuales progresistas, todos ellos pensaban que el pueblo todavía le creía a la élite. Y vino el golpe de la realidad, ganó el candidato más denostado por el progresismo internacional: Donald Trump. Pero lo curioso de todo esto es que la élite, en vez de aprender de su evidente error, en vez de cuestionar sus verdades “políticamente correctas”, continuó el mismo camino de denostar a la opinión del pueblo, tratándolos de ignorantes. Luego vinieron las elecciones en Brasil, el establishment volvió a cometer el mismo error de subestimar al pueblo, y volvió a quedar en ridículo.

Las elecciones mencionadas y los nuevos fenómenos políticos de derecha emergentes en el mundo, en vez de ser denostados por la élite progresista con un término panfletario (populismo), deberían motivar una autocrítica real a sus postulados “políticamente correctos”. Y esto pasa por comprender las verdaderas preocupaciones del hombre común y corriente, y no los problemas del primer mundo de la élite progre como el lenguaje “inclusivo”.