Verdad y Poder

Juan Ignacio Brito | Sección: Política, Religión, Sociedad

La Semana Santa ofrece la posibilidad de reflexionar sobre la Pasión de Jesucristo. Sin duda, el encuentro con Poncio Pilato es uno de sus momentos centrales. Durante el intercambio entre ambos, el romano le pregunta si es acaso el rey de los judíos. Jesús contesta: “Tú lo dices, yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Pilato continúa su interrogatorio: “¿Qué es la verdad?”.

Aunque la cuestión queda sin respuesta, es interesante considerar quién la formula y por qué. Pilato es un político y sus marcos de referencia son el poder y el orden práctico. La verdad parece resultarle ajena, inaccesible o incluso irrelevante. No cuenta para él.

Romano Guardini explica que Pilato sabe que no hay culpa en Cristo y que lo considera inofensivo, porque a Jesús le interesan cuestiones filosóficas que están muy lejos de la política. “No encuentro delito en este hombre”, dice a la muchedumbre. Pero ésta reacciona con ferocidad y Pilato cede al sentir amenazada su posición. La debilidad de Pilato es el poder y no está dispuesto a arriesgarlo. Eso lo conduce a cometer una “flagrante injusticia”, un “terrible e ignominioso disparate”. Según Guardini, no puede ser exculpado.

La fatídica decisión del prefecto pone de relieve un problema central de la política y un asunto crucial para quienes la practican: ¿Cuál debe ser la relación entre verdad y poder? La respuesta hoy parece obvia: la primera sería solo discernible para la ciencia, y el segundo se impone casi sin contrapeso.

Esa no es, por supuesto, la mirada cristiana, que distingue en Jesús el camino, la verdad y la vida. No es la ciencia, sino la religión, la que tiene las respuestas verdaderas para las cuestiones existenciales y morales que confronta todo ser humano. La disociación entre verdad y poder es uno de los elementos definitorios de lo que Benedicto XVI denominó la “irredención del mundo”. Cuando la verdad se hace irreconocible, necesariamente se impone el pragmatismo, lo cual facilita que “el poder de los fuertes se convierta en el dios de este mundo”.

Cuando queda desprovista de verdad, la política deviene en una lucha descarnada por el poder y se aleja del servicio al bien común y el buen gobierno. O sea que, mientras más nos alejamos de la verdad, menos posibilidades tenemos de vivir la buena vida que Cristo nos presenta.

Para los cristianos, Jesús es el ejemplo a seguir. Enfrentado a la envidia del Sanedrín, la traición de Judas, la cobardía de sus discípulos, el desprecio de la masa, la frivolidad de Herodes, la crueldad de los soldados y el pragmatismo de Pilato, Cristo optó por la verdad y desechó el poder.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera, https://www.latercera.com/opinion/noticia/verdad-y-poder/620531/, el jueves 18 de abril de 2019.