Actitudes

Adolfo Ibáñez Santa María | Sección: Política, Sociedad

El Gobierno estudia numerosos proyectos para superar el legado de desastres heredados en una enorme cantidad de organismos e instituciones. Por lo general, ellos son el resultado de muchos años de antigobierno (Parra está de moda), para desgracia de la mayoría silenciosa que los sufre. Los campamentos, el hacinamiento de tantos, la vulnerabilidad de la clase media, el abandono de los adultos mayores, el Sename, las listas de espera en hospitales, Gendarmería, los presos y su falta de rehabilitación, por señalar algunos problemas urgentes.

Ellos fueron escondidos por los eslóganes de la mala distribución de la riqueza y los derechos universales garantizados, que eludieron los problemas reales y concretos. Solo se apuntaba a la desarticulación de nuestro sistema de gobierno para despejar la mirada al pasado y sus fracasadas ideologías izquierdistas, que primero se disimularon bajo los hombres de la Concertación y que, finalmente, se manifestaron explícitamente con la Nueva Mayoría y su gobierno.

El problema de hoy radica en que, frente a ese voluntarismo totalitario, aparece otro en torno a la eficiencia, igualmente alejado de nuestra cultura mestizo-barroca. Este último camino tiene dos destinos ya conocidos: el primero, es tratar de mejorar una considerable cantidad de organismos inútiles o perturbadores, que van a desgastar y confundir la energía y orientación del Gobierno; el segundo, es que no tendrá eco en la población por falta de sintonía de alma. Esto último se traduce en que, si mejora lo económico, la gente estará nuevamente en disposición de aventurarse, una vez más, con los encantadores de serpientes que han dominado nuestra política.

Hay que sacar el debate del plano de las realizaciones cuantitativas, siempre incompletas e imperfectas, con el objetivo de generar una actitud que vivifique y dé sentido a los esfuerzos de la gente que brega día a día con sus limitaciones y su anonimato. En este plano, las metas son utópicas en cuanto a que no son materiales, sino que deben apuntar a movilizar los ánimos. Para lograrlo hay que desarrollar actitudes y un lenguaje afín con nuestra alma mestiza y que nos permita identificarnos unos con otros para sumar esfuerzos, de modo que los resultados sean producto de una labor compartida. Hoy, además de los proyectos específicos, se necesita cultivar las fortalezas del alma para enfrentar en conjunto las limitaciones de la vida, enalteciendo el carácter altivo que ha sido nuestro distintivo desde siempre.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio.