Sinsentido común: el sentido común inverso del género

Alicia V. Rubio | Sección: Política, Sociedad

Una de las cosas que sorprende en todo lo que atañe a la ideología de género es su aplicación del sentido común inverso. Lo que se aplica y funciona en situaciones semejantes, si hay generismo de por medio, resulta que se aplica al contrario. Me explico.

En el caso de los suicidios, siempre se ha dicho que es un tema que hay que tratar con extremo cuidado: su movimiento mediático da como resultado el efecto imitatorio, sobre todo en los casos en los que el sistema de suicidio es especial u original y genera en los vulnerables algo parecido a la emulación por envidia. Tal ha sido el caso de los suicidios en el viaducto de Madrid o un sistema de suicidio en grupo mediante un hornillo que despedía monóxido de carbono y que en Japón causó decenas de jóvenes muertos dentro de los coches. En general, la experiencia hizo evidente que la sobreinformación de estos luctuosos sucesos, generaba más casos.

Sin embargo, en el caso de los crímenes de la mal llamada “violencia de género”, donde un hombre mata a su pareja sentimental femenina, cuyo aireado en prensa es más que excesivo (cualquier malpensado diría que es para generar alarma social) parece no tenerse en cuenta esa variable del efecto imitatorio. Y no la tiene en cuenta pese a que ya hay estudios y evidencias de que después de un crimen debidamente publicado de forma repetida en todos los medios de comunicación y a todas horas, se producen uno o dos más en las 24-48 horas posteriores.

Si uno fuera malpensada creería que no se quiere acabar con ese problema. Pero esto es imposible, porque a raíz del número de muertes (que parecen no querer evitar pero que seguro que sí que quieren) el gobierno de turno y sus socios han derivado para ello 1.000.000.000 de euros. Espero no tener que decirles, después de los 4 años de plazo para la suculenta inversión, que el porcentaje de muertas es semejante y que los mil millones no han servido más que para engrosar los mismos bolsillos que llevan varios lustros recibiendo dinero para tal fin con resultados nulos.

Otra de las evidencias consensuadas respecto a los siniestros es que la detección de causas y su eliminación, en lo posible, disminuyen las tasas de esos sucesos, ya sean robos, accidentes de tráfico, caídas o lo que se les ocurra. Es de Perogrullo. Pues en el caso de la mal llamada “violencia de género” resulta que sólo hay una causa que se sabe a prori: el heteropatriarcado. Increíble pero cierto o, tras la aplicación del sentido común, increíble y nada cierto. Y eso que nuestros políticos y lobbies feministas sólo desean reducir esto que llaman “lacra” y en cuya erradicación se ven obligados a invertir dinero público a cascoporro.

Veamos el caso del SIDA y las ETS, relacionadas con el tema del género en tanto esta ideología promociona como única libertad la sexual y estas enfermedades, como su nombre indica, se transmiten por esa vía. En todos los casos de enfermedades contagiosas el protocolo es el mismo: evitar las formas de contagio, evitar que la enfermedad se generalice eludiendo lugares o actividades masificadas que la puedan convertir en pandemia y mantener informada de la epidemia a la población.

Sin embargo, ¡oh sorpresa!, el sentido común inverso o sinsentido común, nos trata estas enfermedades de forma diferente: en ningún momento se recomienda evitar las formas de contagio. No sólo se promociona ejercitar las vías de contagio desde todos los ámbitos, sino que evitarlo aparece como algo impensable: decirle a alguien que controle la promiscuidad sexual o que en la media de lo posible se abstenga de tener relaciones está prohibido. No sólo a los adultos, también a los menores. En un libro de ciencias ponía que las ETS y el SIDA se evitaban con la fidelidad y la abstinencia y lo van a retirar. Puro sinsentido común. Ya saben, “los niños tienen pene” ha pasado de ser una evidencia biológica a delito de transfobia.

Se nos recomienda evitar las grasas para no tener colesterol, evitar los lugares concurridos en épocas de pandemia para no coger la gripe y no fumar para no tener cáncer de pulmón. Luego está la libertad individual, pero la recomendación tiene que ser clara si las causas están determinadas: la promiscuidad sexual es la causa del contagio de SIDA y ETS. Y “no hay más tu tía”. Y se debe decir, escribir e informar como con el resto.

Tampoco se tratan de evitar las pandemias de forma que, pese a que todo el mundo sabe que las fiestas del orgullo gay son un paradigma de promiscuidad y contagio, hasta el punto de que en el último sarao-bacanal que tuvimos en Madrid con el apoyo y el aplauso de nuestros políticos y el dinero público de nuestros bolsillos, la presidente de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ofertó de forma gratuita (es decir, pagado por todos) unas pastillas de prevención del SIDA que cuestan un ojo de la cara para que los festejantes pudieran dar rienda suelta a sus “orgullos” con menos riesgo. ¿Cómo se les va a decir que, por favor, se moderen, que la salud está en juego? Y que ya que lo que celebran es su derecho a amarse, que se amen mucho pero que “promiscuicen” menos con gente a la que no aman porque ni la conocen.

Finalmente, otro de los protocolos en los temas de enfermedades contagiosas es informar a la población a fin de que tomen medidas y conozcan la situación. Sabemos de forma tangencial que las ETS y el SIDA están teniendo un severo repunte especialmente en hombres homosexuales que ahora se dice HSH (hombres que tienen sexo con hombres) y menor en heterosexuales. ¿Ustedes han oído algo sobre un tema tan determinante, importante y alarmante para la salud? Si no fuera porque es impensable que nuestras autoridades sean descerebradas o tengan intereses ocultos, cualquiera diría que se nos oculta.

De hecho en el libro “SIDA, repensar la prevención” de Pedro Pérez Cárdenas, en el que denuncia que hay 2,5 millones de nuevas infecciones cada año, la pregunta última es exactamente esa: ¿por qué en el SIDA no se lleva a cabo en mismo protocolo que con el resto de las enfermedades contagiosas?

El sinsentido común en estos casos produce un mismo efecto colateral curioso: menos gente, ya sabe que por ahí arriba hay quienes dicen que somos demasiados, y mucho dinero público a unos lobbies determinados, los lobbies feministas, los lobbies homosexualistas y las grandes multinacionales farmacéuticas.

Cuéntenme en qué nos beneficia a mujeres, homosexuales y sociedad en general.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Actuall, www.actuall.com