Paúl y Larraín

Gonzalo Rojas S. | Sección: Política

Va quedando al descubierto la maraña ideológica y burocrática en que terminó enredada Bachelet por su intento fallido de cerrar Punta Peuco.

El nuevo ministro de Justicia, Hernán Larraín, toma la hebra y aliviado ciertamente por el fracaso administrativo de la socialista, declara que «no está en la agenda el tema de Punta Peuco; queremos mejorar las condiciones carcelarias de todos y no perjudicar la de algunos; todos los que están presos merecen ser tratados con dignidad«.

Bien por esas declaraciones, ¿pero habrá reparado el nuevo ministro cómo queda de comprometido con ellas?

Por una parte, al afirmar que todos los que están presos merecen ser tratados con dignidad -justamente a raíz de Punta Peuco- no podrá eludir la cuestión de los enfermos graves y terminales ahí recluidos, así como la arbitraria y constante denegación de los derechos de ciertos reclusos militares, a los que se imputa negación de culpas.

Por otra, para que alguien llegue a prisión, la primera condición es que sea procesado y condenado de acuerdo al estado de derecho, a las normas sustantivas e instrumentales que lo conforman. En esta materia, el ministro Larraín se verá enfrentado a una cuestión jurídica y moralmente mucho más exigente, dentro de sus atribuciones y capacidad de diálogo: conseguir que los tribunales vuelvan a respetar el derecho; ni más, ni menos.

No se trata de incomodar al nuevo ministro, no se pretende colocarlo frente a la disyuntiva para que defina su verdadera posición en estas materias, porque ha sido muy cambiante en los últimos 30 años. Eso importa poco.

De lo que sí se trata es de que pueda asumir conscientemente una tarea de colaboración con otro poder del Estado en el que ha habido -y de no mediar una profunda rectificación, seguramente seguirá habiendo- tan graves y constantes transgresiones a la juridicidad en los casos de militares como las que ha denunciado Adolfo Paúl, sin que haya podido ser contradicho.

¿Para cuándo la audiencia concedida por el ministro a Adolfo, para conversar de abogado especialista a ministro bien intencionado?