Los enemigos de Piñera

Ricardo Leiva | Sección: Política

Ahora que arranca el segundo gobierno de Sebastián Piñera con intenciones de proyectarse a ocho años y no sólo a cuatro, sería bueno reflexionar sobre qué cosas podría hacer mejor esta administración de centroderecha comparada con la anterior, que terminó desunida y derrotada.

Se me ocurre una modesta recomendación: no trates de caerle bien a tus adversarios a costa de decepcionar a tus amigos.

Es una recomendación muy sencilla, pero que siempre a la derecha le ha resultado muy difícil de llevar a la práctica, por sus complejos e inseguridades, y porque suele agachar la cabeza cuando algún adversario furibundo le recuerda su apoyo a Pinochet. Como si la supuesta superioridad moral de la Nueva Mayoría no hubiese quedado irremediablemente dañada después del caso Caval, las coimas de Soquimich, la expoliación de la Universidad Arcis y los sucios negocios del Partido Comunista, o la escandalosa designación del fiscal Luis Toledo, a quien se le pagó con una notaría por sus contraprestaciones judiciales, lo que fue considerado como el hecho más grave e impudoroso de los cuatro años de gobierno de Michelle Bachelet por periodistas a los que nadie podría acusar de momios, como Ascanio Cavallo o Daniel Matamala.

Pero no hay caso: Daniel Jadue lanza una “inmobiliaria popular” y los alcaldes de Chile Vamos corren para sacarse una foto con el comunista y robarle un minuto de cámara, como si fuesen animadores en decadencia durante la gira de la Teletón. Se empieza a discutir sobre gratuidad universitaria y el nuevo ministro se desdice y contradice, y ahora nos quiere hacer creer que lo que decía como columnista no lo piensa como secretario de Estado. Sacan al pizarrón a algún dirigente de Chile Vamos para hablar de identidad de género, y él se sonroja y le tirita la pera, y aparece respaldando un proyecto que no es suyo y que podría llevar a los niños a cambiar libremente de sexo, sin más requisito que la expresión de su propio deseo, olvidando que ese menor no cuenta aún con un criterio formado y, por lo mismo, no puede votar ni casarse antes de cumplir 18 años.

Entonces, uno se convence de que muchos dirigentes de la derecha chilena lo único que buscan es ganarse la aprobación y el cariño de sus rivales políticos, aun a costa de incordiar a sus propios votantes. Todo lo contrario de lo que hace un tipo como Donald Trump, por ejemplo, un personaje antipático y detestable en muchos sentidos, pero que al menos sabe hacer una cosa muy bien: ganarse primero el apoyo de sus propios simpatizantes, antes que gobernar con las ideas y los valores de quienes nunca votarán por él. “Deja de pensar que puedes hacer algo por llevarte bien con tus adversarios”, es lo que repite Trump, según el libro Fire and Fury, “mientras más te quieren tus simpatizantes, más te odiarán tus enemigos”.

Trump sabe perfectamente quiénes son sus oponentes y no trata de seducirlos, porque sabe que así decepcionaría a sus seguidores. No estoy diciendo que Piñera no deba buscar acuerdos o promover la unidad nacional. Se trata solamente de reconocer que la izquierda se ha radicalizado y desprecia profundamente al nuevo Presidente, por lo tanto, haga lo que haga sus contrincantes más radicales nunca lo apoyarán. Es infructuoso, en consecuencia, tratar de simpatizarles.

Lo que cabe esperar es que la derecha, esta vez, sí se atreva a combatir el framing o marco de referencia que ha impuesto la izquierda en Chile, pues si no lo hace seguirá jugando de visita y con el público en contra. Y seguirá primando el discurso dominante de la izquierda, ese que prioriza la igualdad en vez de la libertad personal, el control del Estado en vez de la iniciativa privada, la universalización de los derechos olvidándose de los deberes, y la certeza casi dogmática de que la izquierda tiene una superioridad moral sobre la derecha.

Cuando debates políticamente contra alguien del otro bando usando su lenguaje y sus marcos de referencia, estás activando y fortaleciendo los encuadres del otro entre las personas que te escuchan a ti, y debilitas tus propios puntos de vista”, dice el profesor de ciencias cognitivas de la Universidad de California y autor de varios manuales políticos, George Lakoff, quien agrega: “Si debates con alguien del otro bando, no debes usar su lenguaje, pues a través de su lenguaje el otro impone el marco de referencia de la discusión, y este no será el marco que tú quieres”.

Si la derecha no cambia el marco del debate público en Chile, imponiendo sus propias ideas-fuerza y sus propios principios, la segunda administración de Sebastián Piñera será otro paréntesis de una historia redactada y editada por quienes hoy parecen tan derrotados.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, www.ellibero.cl