Vestuario

R.P. Raúl Hasbún | Sección: Sociedad

La mona, aunque se vista de seda, mona se queda”. “Bien vestido, bien recibido”. Crecí entre estos dos aforismos, aparentemente contradictorios en materia de atuendos y atavíos. Su contradicción es aparente. El más refinado vestuario no alcanza a ocultar, ni siquiera a maquillar, el magro bagaje y escaso uso que su portador exhibe y hace de la racionalidad. Pero es un hecho que la seda con que se reviste la mona le asegura al menos ser recibida y no expulsada de una reunión que exige tenida formal. Como en tantas disyuntivas, la verdad es copulativa: un ser racional debe vestirse apropiadamente y además comportarse coherentemente con lo que su vestuario significa, sugiere y exige.

Hay profesiones en que el vestuario importa algo más que un necesario signo de identificación. Lo saben médicos y enfermeras: su delantal blanco sugiere y promete que el trascendental tema de la vida de sus pacientes será tratado con máxima transparencia, asepsia y pureza. Militares y policías cuidan pulcramente sus uniformes, no sólo para desfilar en solemnes Paradas sino como signo y seguro de su jurado compromiso de lealtad con el orden y seguridad de la Patria. La Presidencia de la República se transmite mediante entrega de la banda presidencial, que su titular lucirá en las principales solemnidades republicanas. Y el Papa y nuestros Obispos velan por que los sacerdotes mostremos ya en el modo de vestir que estamos consagrados a servir. Es cierto que “el hábito no hace al monje”, pero le recuerda que es monje y que es así como los demás lo ven y esperan que actúe. Por algo hasta hoy se dice del que abandonó el sacerdocio que “colgó la sotana”.

El mundo del Derecho no escapa a esta ritualidad del vestuario. Sus operarios son garantes de la Justicia, virtud cardinal que respira y asegura orden, armonía, cada cosa en su lugar, cada persona en el tutelado marco de sus derechos y deberes. La Justicia es, en rigor, atributo divino, sinónimo de santidad; máxime cuando está coronada por la misericordia. Las grandes religiones adoran a un Dios que siendo Padre y Pastor no deja de ser Juez: Jesús describe en detalle lo que dirá en el Juicio Final. Actúa en la Cruz como Abogado y promete otro Abogado, el Espíritu Santo. Sagrada es la diaria liturgia procesal, porque sagradas son la Justicia, la Libertad, la Vida y Dignidad de toda persona enjuiciada. Por ley natural, por larga tradición judicial, por norma vigente de nuestra Corte Suprema y por respeto a los litigantes, es imperativo que jueces, fiscales y abogados se vistan y comporten a la altura de su sagrado deber. Bandera, escudo, himno, vestuario republicano: los signos importan.

Hasta el misericordioso Jesús expulsa del festín de bodas al desubicado que no honró la dignidad del vestuario (Mateo 22,13).

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Diario Financiero, www.df.cl.