Reflexiones Electorales

Gastón Escudero P. | Sección: Política

El Cristianismo está retrocediendo; en Oriente, por causa de la violencia; en Occidente, por la apostasía de los propios cristianos que abrazan ideologías progresistas o se encandilan con los placeres del mundo.

Las consecuencias de este hecho serán terribles, especialmente en Occidente, en donde el Cristianismo ha cumplido no sólo el rol de religión sino además de doctrina moral que sustenta el orden social. No nos engañemos: la apostasía —el abandono de la fe cristiana— redundará en el derrumbe de nuestra civilización; el progresismo no tiene, ni de lejos, las cualidades para guiar a los seres humanos en la búsqueda de su felicidad personal y del bien común. A esto se agrega la capacidad que la técnica actual le confiere al género humano para intervenir la naturaleza, tanto la propia como la ambiental, al punto que puede significar su destrucción; sólo el Cristianismo nos puede otorgar la fuerza moral para contener tamaño poder, y este es uno de los sentidos en que puede entenderse aquella expresión de san Juan Pablo II: “El hombre puede crear un mundo sin Dios, pero ese mundo terminará volviéndose contra el hombre”.

¿Qué actitud nos cabe a los cristianos en este contexto? La respuesta la podemos encontrar en la lectura de la Misa del miércoles 22 de noviembre (fecha en que escribo esta reflexión) tomada del Segundo Libro de los Macabeos. Una mujer y sus hijos son víctimas de la persecución religiosa realizada por rey Sirio Antíoco IV contra el pueblo judío. En un mismo día, los siete hijos fueron torturados y asesinados para obligarlos a renegar de su fe. Antes de ser sometidos al suplicio, la madre alentó a cada uno a no ceder. Al último, el más pequeño, el rey trató de convencerlo ofreciéndole su amistad, riqueza y un cargo político, pero como el muchacho se resistió el rey pidió a la madre que lo convenciera. Ésta accedió a conversar con él y le dijo: “Hijo mío, te lo suplico, mira el cielo y la tierra, fíjate en todo lo que contienen y verás que Dios lo creó todo de la nada, y el mismo origen tiene el hombre. No temas a ese verdugo, no desmerezcas de tus hermanos y acepta la muerte. Así, por la misericordia de Dios, te recobraré junto con ellos”. El pequeño actuó en consecuencia y acabó igual que sus hermanos. Finalmente, la mujer también fue ejecutada.

Este pasaje nos muestra la actitud que los cristianos debemos adoptar ante la descristianización en la que estamos inmersos: fidelidad total. En mi opinión, este es el contexto en que los cristianos chilenos debemos entender la situación política de la hora presente. Convocados a votar para elegir autoridades, nuestro deber es apoyar a los candidatos que nos den garantías de defender y aplicar los principios cristianos en la elaboración de las leyes y el ejercicio de la autoridad (lo cual no necesariamente se traduce en votar por candidatos cristianos, sino en votar por quienes –incluso no siéndolo− compartan la visión cristiana del ser humano y el orden social).

Por eso voté por José Antonio Kast para Presidente de la República en primera vuelta: era el que mejor cumplía con el criterio expuesto, más aún, en algunos puntos era el único. Hubo cristianos que no votaron por él llevados por el miedo —situación habitual en la gente de derecha— y respeto esa opción, pero también respetuosamente digo que quienes así votaron no estuvieron a la altura de las circunstancias. La cobardía jamás evita la victoria del enemigo, sólo la demora, y por eso a la corta quienes actúan dejándose llevar por el miedo pierden todo: “puestos a elegir entre la deshonra y la pobreza, eligieron deshonra y obtuvieron la pobreza”, parafraseando a Churchill.

Pero ahora, al igual que usted estimado lector, enfrento la disyuntiva de por quién votar. El día siguiente de la elección una persona de familia cristiana y votante de derecha me emplazó enfáticamente a votar por Piñera y me dijo también que Kast no la representaba “para nada”. Traigo esto a colación porque es la postura de mucha gente cristiana de derecha: miedo ante la posibilidad de un nuevo gobierno de izquierda por el riesgo que ello implica para la economía (la del país y la propia), a la vez que desprecio por los temas valóricos. Es que a muchos les interesa más el bolsillo —el de ellos, claro está— que la defensa de su fe, lo cual ha traído a mi memoria una afirmación que escuché hace muchos años: “la derecha pactaría con los comunistas si éstos prometieran no tocarles el bolsillo”. En aquel entonces no la entendí, ahora sí.

Entiendo el temor de quienes así piensan pero no comparto sus razones ni sus prioridades. El primer aspecto por el que debemos evaluar a los candidatos y sus propuestas es la defensa de los valores cristianos; el aspecto económico es importante pero viene en segundo o tercer lugar. La izquierda se equivoca en ambos aspectos. La derecha también pero de distinta manera: en lo valórico es débil por relativista pero es fuerte en lo económico, aunque cae en el error del economicismo: considera lo económico como lo más importante (lo cual va de la mano con su debilidad en lo valórico).

Y llamado a dar una opinión, aquí va (aunque no tengo definido mi voto). Un nuevo gobierno de izquierda continuará la destrucción de los valores cristianos (aborto sin restricciones, introducción descarada de la ideología de género, negación del derecho prioritario de los padres a elegir el proyecto educativo para sus hijos…) y además profundizará el estancamiento económico. En cuanto al candidato de derecha, está claro que no le llega ni a los talones a la valiente mujer del pasaje del Libro de los Macabeos, especialmente por los guiños que ha realizado a algunos de los exponentes de la ideología de género además de su innegable relativismo, pero ha dicho ser contrario al aborto y reconoce el derecho de los padres para elegir el proyecto educativo de sus hijos; en lo económico ofrece garantías de un manejo ordenado de las cuentas fiscales y mayor racionalidad en el diseño de las políticas públicas, pero al mismo tiempo su enfoque resulta tecnocrático y economicista.

En conclusión, si un cristiano ha de votar por el candidato de derecha, ha de hacerlo solo si su conciencia le dice que es el mal menor —y sólo esto, porque no da para más— frente a la alternativa de izquierda. Por lo tanto, si usted es cristiano, a la hora de definir su voto consulte a su conciencia y no a su bolsillo, que ella sabrá ponderar adecuadamente lo que éste le diga.