El desafío

Alvaro Pezoa B | Sección: Política

Piñera y la centroderecha han obtenido una contundente victoria en el balotaje presidencial. La ciudadanía se ha manifestado rechazando la extremada ideologización izquierdista y a su concreción práctica a través de la “retroexcavadora”. Parece, al mismo tiempo, haber valorado las propuestas de cambios graduales que pueden conducir a que Chile sea una patria mejor y más justa para todos. Y ha confiado la tarea correspondiente a un líder experimentado y capaz. Concluida con éxito la etapa de campaña, a contar del 11 de marzo próximo recién se iniciará en plenitud el verdadero desafío para el nuevo gobierno. Éste se prevé mayor.

En primer lugar, será preciso generar las condiciones para fortalecer la unidad nacional. Ella se ha ido deteriorando progresivamente en los últimos años, en gran medida por la radicalización de posiciones al interior del actual gobierno y de la Nueva Mayoría, por el crecimiento a expensas de esta última del Frente Amplio y por los efectos del mal ambiente que predominó en la disputa electoral. Este noble propósito se avizora además altamente práctico, teniendo en consideración que para avanzar en sus metas el gobierno entrante se verá forzado a recurrir a amplios consensos y acuerdos parlamentarios. Para ello, requerirá previamente mantener aunadas sus propias fuerzas. Existen entre ellas importantes coincidencias, pero también notorias divergencias (la denominada “agenda valórica” constituye un ejemplo claro -no único- al respecto). En este sentido, la conformación del gabinete y la posterior instalación en el Poder Ejecutivo representarán hitos iniciales que habrá que estudiar e implantar cuidadosamente, acudiendo a las lecciones aprendidas en 2010.

Paralelamente, tendrán que ser adoptadas las medidas necesarias para generar confianza y reactivar la actividad económica. Aumentar las tasas de crecimiento de la alicaída economía nacional es un imperativo ineludible ante cualquier escenario razonable de desarrollo futuro del país. Seguidamente, será inevitable dar, impedir o modificar -según sea el caso- el curso a las reformas estructurales recientemente promulgadas, en trámite legislativo, o anunciadas. Las dificultades políticas, éticas, sociales y técnicas que ello comportará serán de alta complejidad, pues dicen relación directa y coetáneamente con peticiones de principios para la acción, posibilidades de financiamiento y anhelos populares, más o menos insatisfechos y posibles de ser subsanados en el corto plazo. La resolución de este intríngulis será central y atravesará todo el periodo de la segunda presidencia de Piñera. Reto que guarda estrecha conexión con las profundas transformaciones sociales que se encuentra experimentando Chile como fruto de su propia modernización y con la consecuente necesidad de conectar los resultados macroeconómicos con el impacto de los mismos en la calidad de vida de las personas, de hacer compatibles del mejor modo posible el crecimiento económico y el desarrollo humano integral, de fomentar el valor del trabajo esforzado y el mérito con una vida en comunidad que sea más equitativa y solidaria con los más débiles y desfavorecidos.

Resta mencionar una tarea crucial. Junto con la realización de un buen gobierno, preparar un legado político fundamental: la renovación de liderazgos y su proyección en sucesivos mandatos que le aseguren continuidad.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.