Kast y una nueva derecha

Benjamín Lagos | Sección: Política

Las elecciones del domingo 19 de noviembre dejaron grandes derrotados: las encuestas, con hasta 15,5% de error (CEP septiembre-octubre); la soberbia triunfalista, alejada de los datos de la realidad; y el desplome de la así llamada Democracia Cristiana. De otra parte, dos grandes vencedores. Uno, el principal legado de Bachelet: el Frente Amplio o la profundización del proceso de deconstrucción de la sociedad chilena, vigorizado incluso por un electorado envejecido. Y dos, el nuevo movimiento popular encarnado por José Antonio Kast.

Sin partidos, sin derroche, con una tardía cobertura mediática y pese a las cortapisas instaladas por el mismo sector político que se atribuiría sus votos, Kast logró el cuarto lugar con más de quinientos veinte mil sufragios, superando a partidos históricos y de alcance nacional. Su coherencia personal, solidez programática y claridad expositiva, reconocidas por adeptos y adversarios, le ganaron el terreno que los obstáculos ya citados pudieron haberle regateado.

La distribución geográfica de su votación tiene el mérito de ser socialmente transversal, basando su fortaleza en núcleos urbanos populares. La desindustrializada y deprimida Cuenca del Carbón (Coronel, Lota, Curanilahue, Arauco), con alta concentración de evangélicos, registró índices para Kast de entre 16 y 20%. (Quién hubiera dicho que el histórico granero de votos del Partido Comunista hoy emerja como el Bible Belt chileno). En la Araucanía, la región más pobre del país y que fue central en su discurso de orden social y político, el candidato independiente fue tercero (12,67%).

A la vista queda que no se trata la de Kast, al menos en buena medida, de una votación procedente de la derecha tradicional. Por tanto, mal puede creerse que ese caudal se plegará a Piñera de forma automática. Al contrario: evidencia el déficit del discurso del ex Presidente, que no logró convocar a una mayoría absoluta de chilenos. Una derecha política con vocación de mayoría y proyección futura requiere comprender esa honda raigambre confesional y popular. Así, en esta segunda vuelta, el candidato de la centroderecha ha de superar la dialéctica materialista y economicista, con un nuevo mensaje que interpele a los chilenos, haciendo suyos otros relatos. Se trata de indagar en ese anhelo profundo de trascendencia, que permite al hombre dar lo mejor de sí. No atormentarlo con el clásico discurso del miedo. Porque, lo sabemos ya, con ese discurso no se gana.