El desafío de la legitimidad política

Cristóbal Aguilera | Sección: Política

No cabe duda que uno de los desafíos que deberá enfrentar el gobierno que asuma en marzo de 2018, consiste en superar la crisis de legitimidad que permea la política. Para ello, deberá hacerse cargo de dos cuestiones fundamentales: las inquietudes sociales y las discusiones políticas.

En efecto, un proyecto que pretenda captar la atención de la ciudadanía, debe, en primer lugar, articular los requerimientos de la misma, de manera de encausarlos y darle forma de propuestas. Como ha dicho Ricardo Lagos, gobernar significa: escuchar, integrar, consensuar y conducir. Es decir, evitar ofrecer soluciones entre cuatro paredes, que muchas veces ni siquiera responden a un diagnóstico de la realidad social. Hay que tener cuidado, eso sí, de sólo enfocarse en las masas movilizadas o en las minorías vociferantes (ya conocemos la experiencia de un gobierno cuyo énfasis estuvo puesto en quienes más reclamaban). Por el contrario, el oído debe estar atento y sensible a escuchar las necesidades silenciosas de miles de personas que, por razones diversas, no levantan la voz. Un ejemplo de lo que no debe ocurrir, es la crisis del Sename, que permaneció oculta por varios años tal vez porque sus habitantes no se articularon ni política ni socialmente (lógico, son niños).

En segundo lugar, es necesario pararse ante la opinión pública y enfrentar las discusiones democráticas con un discurso propiamente político, es decir, que esté sustentado en una visión de la justicia que explique y dé forma a todo lo que se llevará a cabo en las diversas áreas (educación, transporte, medio ambiente, salud, etcétera). Lógicamente, esto implica superar el criterio de la eficiencia económica, y comenzar a responder preguntas como qué se pretende con el poder o en qué país se está pensando cuando se propone tal o cual medida. Algo que puede ser útil, es traducir el principio de la justicia en un cuestionamiento permanente sobre las prioridades que se adoptan. Frente a escasos recursos y múltiples necesidades, una tarea primordial de todo gobierno es priorizar; tarea que tiene por objeto dar a cada uno lo que le corresponde, lo que en política significa poner especial atención en los más necesitados. De ahí que la propuesta central de la campaña presidencial de Felipe Kast, “los niños primero”, tenga tanta fuerza y a todos nos haga mucho sentido (en buena hora los dos actuales candidatos de derecha la han hecho suya).

Tener un discurso propiamente político, por otro lado, es indispensable si se quiere enfrentar adecuadamente los contrapuntos que se hagan contra el gobierno y su desempeño. La experiencia del 2011 indica que, si no se es capaz de responder las críticas en el plano político, difícilmente el gobierno podrá salvar la legitimidad que se ve amenazada. Por el contrario, si se logra contestar políticamente, no será difícil encontrarle sentido a la contestación porque, de hecho, lo tendrá. Demás está decir que este desafío no es menor, sobre todo si se tiene presente que la ofensiva ahora será más fuerte y articulada desde el Frente Amplio.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera