Descanse en paz, Mr. Hefner

Alberto López-Hermida | Sección: Sociedad

Se recomienda no hablar de los muertos, más cuando éstos aún están tibios. Sin embargo, el tsunami de halagos y bendiciones al recién fallecido Hugh Hefner, fundador y cabeza del imperio Playboy, amerita una pequeña reflexión.

En tiempos en que lo falso se muestra como verdadero y el feminismo extremo llega a tal punto que termina por contradecirse, no es raro ver a quienes luchan por los derechos de las mujeres a lo largo y ancho del mundo aplaudir el legado de personas como Hefner.

Propongo suspender un momento la hipocresía y detenernos a considerar tres aspectos:

En primer lugar, es cuestionable si merece tanto aplauso quien puso al cuerpo de la mujer en los mostradores junto con los paquetes de cigarrillos y la goma de mascar. La obra de Hefner es posiblemente comparable con lo hecho por Marcel Duchamp a comienzos del siglo XX, pero la diferencia —¡infinita!—, es que el francés hizo del objeto una pieza de arte, mientras que el norteamericano hizo de una pieza de arte un objeto.

No es un tema moral ni mucho menos. Es un hecho social evidente a cualquiera que tenga el coraje de abrir un poco los ojos. Bien lo dice Byung-Chul Han en buena parte de su literatura de denuncia, pero especialmente en sus ensayos La expulsión de lo distinto, La Agonía del Eros y La salvación de lo bello. Vale la pena leerlos.

En segundo lugar, no parece ejemplar la vida de quien todo el día se paseaba en bata de seda por su mansión, donde convivía con un puñado de sus llamadas “esposas”. Un harén de tomo y lomo, aplaudido y hasta envidiado por ese occidente que mira con celo las prácticas similares en países árabes y cuyo día a día se ha dado a conocer en un buen número de libros: orgías, malos tratos, depresión, suicidios…

En tiempos en que la familia posiblemente sea la institución que más ataques recibe de parte del ambiente que la rodea, no resulta convincente que el modelo de vida de Hefner sea algo a destacar en su plegaria fúnebre.

En tercer y último lugar, la obra del millonario editor, bajo el apelativo de “artístico”, ha sido y seguirá siendo la puerta de entrada para muchos niños y jóvenes a la pornografía, esa droga que pocos se atreven a denunciar y que está destruyendo personas y familias como una de las peores sustancia ilícitas.

Existe experiencia y estudios suficientes que demuestran que nadie –salvo excepciones accidentales– entra al consumo desenfrenado de porno de golpe, sino que se comienza con inofensivas muestras como las que se vendían mensualmente en los kioskos de nuestro país de manos del imperio Playboy.

En conclusión, y con la misma transparencia de las publicaciones de Hefner, sería una bestialidad decir que alguien podría alegrarse por la muerte de otro ser vivo, pero lo que es un hecho es que, al menos quien escribe esta columna, no lo he echará de menos.

Descanse en paz, Mr. Hefner.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, http://ellibero.cl.