Lo que nos enseña el Frente Amplio

Rodrigo Pablo | Sección: Política

De amplio tiene poco y de frente también. Mejor sería denominarlo “Retroceso Amplio” o “Frente Estrecho”. En todo caso, me quedo con el decir popular que lo llama “Fraude Amplio”, pues resume las dos tentativas de nombre, dejando claro que este movimiento no lleva al país hacia adelante ni muestra amplitud en sus ideas. Lo que ha quedado nuevamente demostrado con lo ocurrido en su conflicto con Alberto Mayol.

En este caso, mostraron nuevamente la arbitrariedad que les caracteriza y que poco se diferencian de los “viejos políticos”. Así, vetaron a quien fuera su aliado amparándose en un pretexto feble que habrían seguido sosteniendo de no ser por el masivo repruebo popular. Además, en su actuar posterior, dejaron ver que ese mesianismo que muestran es solo más de lo mismo y peor de lo que conocíamos. En este sentido recuerdan a un candidato que, después de hacer toda una campaña hablando de la “vieja política”, terminó implicado en el mayor escándalo de financiamiento ilegal de la misma que haya ocurrido en nuestro país.

Sin embargo, no se entiende qué sorprende acerca de esto. Después de todo, la arbitrariedad, falta de rigurosidad y deshonestidad –consigo mismos y su electorado– han sido características permanentes de su actuar. Partamos por el mismo Mayol y su célebre tren; política pública desastrosa que el entonces candidato presidencial pretendía financiar con toda una serie de artilugios que parecía inventar en cada momento: trenes de carga, dinero de las colusiones, dinero de las AFP, etc. No obstante lo representativo, el tren no es peligroso, sino más bien jocoso y siempre puede esgrimirse como buen ejemplo de lo que es el conglomerado; mas no ocurre lo mismo con todos los sueños del Frente Amplio, los que  tienden a mostrar sentimientos más dictatoriales que democráticos.

Es que el Frente Amplio se gestó en su total desafío a la institucionalidad democrática. Los líderes estudiantiles no querían negociar, exigían una rendición incondicional: educación gratuita y de calidad, ahora. No importaban otras necesidades del país (la Salud, el SENAME, protección de las familias) ni la necesidad de la estabilidad política y económica (pedían reformas tributaria, laboral, educacional, previsional, y en algún minuto incluso nacionalización del cobre). Luego, al llegar al Congreso, quienes ahora son sus diputados no han tenido inconvenientes en impulsar las medidas que han ido horadando la solidez institucional y económica de Chile, en lo que han sido sumamente efectivos. Pues ellos no escuchan razones, ni ven los hechos, sino solo siguen sus sueños.

Sueños que los llevan a despreciar los procedimientos judiciales, leyes de la República y la institucionalidad. Así, atacan sin empachos al Tribunal Constitucional. También los hacen sentirse en una guerra permanente contra sus detractores que, en su imaginación, son siempre la encarnación del mal.  No dudan en tildarlos como “nazi”, “fascista”, “asesino”, “discriminador”, “homofóbico”, “machista” o lo que se les ocurra. Más aún, los impulsan a enormes contradicciones, como defender los Derechos Humanos y de la solidaridad social por un lado, y promover el aborto por otro; haciendo vista gorda al hecho de que la nueva ley costará innumerables vidas inocentes y abrirá el paso a nuevos niveles de individualismo.

Sin embargo, en esto no se diferencian mayormente de la “vieja política”, ni en particular de la coalición con la que llegaron al poder y que luego, sin mayores resquemores, traicionaron. En este sentido, el intento de algunos democratacristianos por justificar su apoyo al aborto en el “Humanismo Cristiano” y en el Evangelio es solo superable por el absurdo del tren.

En conclusión, los sueños de unos son las pesadillas de otros, y mesianismo que parece justificar todo es el sentimiento que inspira a todas las dictaduras y totalitarismos que ellos, al menos públicamente, condenan. Por ello, espero que cambien en su actuar. Al fin y al cabo creo que tienen buenas intenciones. Sin embargo, las puras buenas intenciones no bastan para construir un país.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, http://ellibero.cl.