Chile a la baja

Gonzalo Cordero | Sección: Política

Por primera vez desde que es analizado por las clasificadoras internacionales de riesgo, nuestro país verá rebajarse su clasificación, es decir, en opinión de los entes más especializados y validados del mundo, hemos retrocedido en nuestra solidez económica. No faltará quien piense que este es un problema del 1% más rico, pero no de los chilenos comunes y corrientes, que no piden créditos internacionales, ni colocan bonos en Wall Street. Imagino a más de una candidata y candidato, o a alguna alta autoridad en ejercicio, sosteniendo que no importa que la economía esté un poco peor si tenemos una sociedad más justa.

Esta rebaja es la expresión más clara de lo que se rompió en Chile en los últimos años: el consenso sobre los fundamentos en que se gobierna seriamente el país. La sociedad en que se disputaba la mejor manera de crecer o cuál era la velocidad prudencial de ese crecimiento, para que fuera sostenible, fue reemplazada por otra en que la propia Presidenta de la República nos dice que a ella no le interesa un crecimiento “brutal” o en que una candidata como Beatriz Sánchez afirma que no le importa que el país crezca menos, porque el crecimiento sólo les sirve a los más ricos.

Hace poco, un estimado amigo y ex ministro en un Gobierno de la Concertación, Claudio Hohmann, me mostró una excelente presentación suya, producto de un trabajo que viene haciendo desde hace años, en la que se demuestra cómo la calidad de vida de las personas está en directa relación con el incremento del ingreso per cápita. Su información está sacada de los principales estudios a nivel internacional y por donde se le mire la conclusión es la misma: si usted quiere mejores condiciones de vida, más seguridad, justicia y mejor educación, el crecimiento es la única receta que ha funcionado. Insisto, la única.

Por eso, esta caída de Chile es mucho más mala noticia para los pobres y la clase media menos favorecida que para ese 1% más rico que obsesiona a la izquierda populista. Porque nos hace un país menos atractivo para invertir en él, ya sea a través del crédito o de la llegada de capitales directamente productivos. Esta caída es un certificado de mal gobierno, que debiera llevar a las autoridades que han impulsado un gasto irresponsable y que han promovido reformas subidas en una retroexcavadora, a pedirles perdón a los pobres, a los niños de la educación pública, a los enfermos, a los pensionados.

Pero nada de eso sucederá, por el contrario, no tengo dudas de que escucharemos explicaciones que relativizarán la importancia de esta rebaja, que nos dirán que igual seguimos estando bien en comparación con otros países de la región, y que, por último, es el precio de lograr una sociedad más igualitaria. Este último argumento es la gran falacia, aquí está la “madre de todos los engaños”, al sostener que un país que no crece tiene una sociedad en que a los ricos les va un poco más mal y a los demás les va un poco mejor.

Esto no solo es un engaño, sino que es exactamente al revés, por una razón muy simple: porque ricos, clases medias y pobres, todos vivimos en el mismo país, de manera que cuando éste se estanca, cuando pierde dinamismo, se produce menos, se deja de progresar, los ricos siguen siendo ricos, siguen viviendo igual de bien. Es más, la mayoría de las veces tienen más oportunidades producto de los problemas que sufren los que se ven afectados por el estancamiento; además, en el mundo de hoy no les cuesta nada tomar su capital e irse a los países que sí les está yendo bien.

Nada de eso pueden hacer la clase media ni los pobres, cuya suerte está amarrada al país y, por ende, a los aciertos o desaciertos de sus gobernantes. Que Chile está yendo a la baja es una realidad a punto de ser certificada, y si va descendiendo son precisamente los que están más abajo los que sufren más rudamente los efectos del descenso.

Pero nadie pedirá perdón, nadie dirá que en realidad se han cometido errores, nadie se disculpará con los más pobres, que son los más afectados por los errores que seguiremos pagando un tiempo largo. Al revés, escucharemos discursos desafiantes de los que no ven un problema, sino ven que comienza a tener éxito la estrategia de desmontar el mercado neoliberal, ese que celebran las clasificadoras, pero que para ellos es fuente de abuso y opresión.

La conclusión es una y clara: vamos cayendo, y si en las próximas elecciones los chilenos no sacamos del poder a los que están conduciendo el país y lo quieren conducir aún más rápido por la pendiente hacia abajo, terminaremos como hemos terminado siempre, estrellados en el suelo, como un fracasado país latinoamericano más.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, www.ellibero.cl