Los festivos y el trabajo

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política, Sociedad

#02-foto-1-autorEl problema no es si deba haber un par de feriados más (los días 2 de enero cuando caigan en lunes y los 17 de septiembre, cuando caigan en viernes). El problema no es si debemos trabajar todo lo que podamos (obvio que no) o descansar todo lo que pidamos (obvio que no).

Nuestro problema es porqué separamos tan radicalmente trabajo y descanso, trabajo y celebración, trabajo y fiesta.

Josef Pieper se preguntaba hace años: “¿Celebrar una fiesta no es lo mismo que concederse un día bueno? ¿Qué es un día bueno? ¿No será acaso el día de trabajo el único día bueno?

Cuando leemos este texto con alumnos en clase, su primera reacción es de absoluta perplejidad, seguida de rechazo. Están inmersos en la visión contraria, dualista, fracturante: cuando se trabaja no se puede celebrar; cuando se celebra, debe ser a costo de esfuerzo cero. Quizás desde sus casas, quizás desde sus profesores escolares, quizás desde los organizadores del carrete, quizás desde todas partes, les han dicho que el trabajo es una maldición por la que hay que pasar, tal como aborda el postulante una cancha de obstáculos, si realmente quiere graduarse de comando. Se las sufre todas con vistas al objetivo.

Entonces, obviamente, si hay que sufrírselas todas, que sea sólo cinco días a la semana (y ojalá cuatro, si se es universitario) para que los otros dos (o tres) permitan relajarse (o reventarse, dirán algunos), a lo que deben sumarse las vacaciones bien negociadas y la docena o más de feriados legales, ojalá irrenunciables y bien distribuidos en el año, con sus correspondientes sandwiches. Se puede renunciar a todo, menos al descanso, a la celebración y a la fiesta, se piensa hoy.

Bajo esa mirada, el trabajo más agradable y reconocido, apenas se atreve a levantar su voz para dar un testimonio en favor de Pieper. Bajo esa mirada cualquier trabajador que sostenga que laborar lo descansa, que para descansar cambia de trabajo, que trabajar es una fiesta, que en las celebraciones hay que meter mucho trabajo si se quiere que sean provechosas… el que afirme eso, es un loco, dirán.

Juan Pablo II  afirmó que el problema del trabajo es la clave de la cuestión social. ¿Sólo de las relaciones laborales, con sus componentes de conflicto? ¿Sólo en cuanto permite recibir la justa retribución, formar una familia, contribuir desde el patrimonio a las necesidades ajenas? Por supuesto que no solamente en esas coordenadas.

También y muy particularmente, en la influencia que tiene en la alegría de vivir.

Por eso, el político que sepa colocar el trabajo en esta perspectiva, la de un gozo integrado a todas las otras formas de celebración y fiesta, habrá entendido adecuadamente el tema y tratado a sus compatriotas como seres humanos integrales. Y eso mismo vale, incluso antes, para todos los que dan trabajo.