Lo público y lo privado en el deporte

Matías Araya Urrutia | Sección: Política, Sociedad

#01-foto-1Tuve el agrado de asistir al 83° Torneo Interescolar de Atletismo, organizado por el Club Atlético Santiago.

Al llegar al Estadio, muy temprano en la mañana del viernes, el Estadio Nacional estaba cerrado, los colegios comenzaban a llegar con sus atletas; pero no se podía entrar.

El personal del Estadio es parte de la administración del Estado y su personal, funcionarios públicos, de los que están en paro, pese a que, según la ley, no pueden hacerlo; pero a quienes nadie aplica la ley.

Se podía oír que había una asamblea de los “sindicatos” (que no pueden existir), que no querían permitir que se realizara el campeonato, porque a ellos asisten hijos de personas importantes, que podían hacer presión sobre las autoridades, para la aceptación de sus peticiones salariales. Además, señalaban que en los próximos días vendría el partido de fútbol Chile-Uruguay, un recital y la Teletón, todos espectáculos importantes, que, “¡compañeros!, obligarán al gobierno a ceder”.

Es verdad que a los campeonatos interescolares de atletismo del tradicional Atlético Santiago asiste mucha gente y participan más de 3.000 atletas, algunos hijos de personas influyentes; pero también muchos atletas de colegios municipales desde Arica a Punta Arenas. Vimos triunfar a alumnos de esos colegios de Alto Hospicio, Arica, Nancagua, Osorno, Angol, Puerto Montt, etc. Esos atletas ahorran todo el año para poder venir a competir en estos torneos; pero parece que nada importa a los referidos “servidores públicos”. Lo único que les interesa es su egoísta situación laboral y el aumento de sus remuneraciones, aunque muchas personas de todos los estratos socio-económicos resulten perjudicadas.

No sabemos cómo consiguieron los dirigentes del Club Atlético Santiago que el campeonato se hiciera; pero lo lograron. Las autoridades del Estadio les entregaron las llaves y, cinco minutos antes de la hora programada para el inicio, se abrió el Coliseo Central. Acompañé un rato a los dirigentes. Las llaves entregadas no siempre abrían las puertas que correspondían, de manera que tuvieron que ir consiguiendo otras llaves, hasta que, con dos horas y media de atraso, comenzó la competencia. No había ningún funcionario del Estadio. Los fosos de salto largo duros, sin picar. No estaban las mangueras para mojarlos, hasta que se encontraron, en fin, parecía imposible.

Pero aquí entra en acción lo privado: los abnegados dirigentes del Atlético Santiago, los profesores de los cuatrocientos colegios participantes, de Santiago y regiones, colaborando en hacer partir el torneo, los jueces, los controles, todos juntos en una acción mancomunada tras el bien común, que en este caso se expresó en la posibilidad de que los atletas, que habían entrenado durante todo el año, tuvieran su torneo y compitieran.

Era hasta emocionante ver entrenadores proporcionando sus propios implementos, colegios que aportaron hasta el podio para entregar los premios, entrenadores y jueces llevando en carretilla los tacos de partida o regando y picando los fosos de saltos, transportando los colchonetones del salto alto y con garrocha. En definitiva, se realizó el torneo. El sábado y el domingo, con precisión matemática en el horario; y con un gran éxito de rendimiento, con doce nuevos récords escolares.

¡Qué diferencia de actitudes! Por una parte los empleados públicos, privilegiados por tener un empleo especialmente estable, absolutamente prescindentes del bien común, haciendo primar sus particulares intereses, aunque eso trajera como consecuencia grandes perjuicios, incluso a gente de gran esfuerzo; y por otra, los particulares que desinteresadamente, sin remuneración alguna, sacrifican su tiempo y sus ingresos por el bien de los atletas, sin importar su condición social; los entrenadores, los jueces y los propios atletas, en un esfuerzo mancomunado para que el torneo se hiciera y saliera bien.

¡Qué edificante para mis hijos que, pequeños, pudieron por primera vez ver cómo era un campeonato y cómo salía adelante! ¡Qué formativo es para los niños ver cómo se compite limpiamente, sin trampas, para llega más alto, más fuerte, más lejos! ¡Qué demostraciones de superación de esos jóvenes atletas, de distintos colegios de todo Chile que, llegados a la meta, se abrazaban y felicitaban, pese a la rivalidad de sus colegios!

Muchas gracias al Club Atlético Santiago, a los atletas, a los entrenadores, a las barras de los colegios, que dieron un ejemplo de esfuerzo por el trabajo bien hecho.

Y al personal del Estadio, que por favor entienda que Chile está primero, que la juventud de Chile es prioritaria; que aprenda la lección que le dieron los atletas, dando hasta el último esfuerzo en pos de la superación y del bien común; y que no tiene derecho a convertir en rehenes a los deportistas, los artistas y los niños de la Teletón.

Una demostración más de que en Chile lo privado funciona y lo público, no.