¿Y es niño o niña?

Cristóbal Aguilera | Sección: Familia, Política, Sociedad

#04-foto-1El Movimiento de integración y liberación homosexual (Movilh) publicó en su página de Facebook una foto en la que aparecen dos mujeres conversando. La primera le pregunta a la segunda, que está embarazada, sobre el sexo de su hijo que aún no nace. La madre responde algo desconcertante: “cuando nazca, crezca y aprenda a hablar, él o ella lo decidirá”. Lo que podría ser una broma, es la expresión gráfica de una de las discusiones más relevantes que se desarrolla en nuestro debate público, donde una postura —la del Movilh— sostiene que ser niña o niño es algo que depende de la mente y que, incluso, puede llegar a elegirse.

La postura que afirma que ser niño o niña (hombre o mujer) es algo subjetivo, tiene sus raíces en la llamada ideología de género, cuyo objetivo cultural —y, por tanto, jurídico y educacional— es reemplazar el concepto de sexo por el concepto de género, afirmando de esta manera que la auténtica identidad sexual de los niños radica en su mente y no en su cuerpo. Así, por ejemplo, en el municipio del Bilbao de España se ha comenzado a enseñar en las clases de educación sexual, que existen niñas con pene y niños con vagina. De la misma manera, se promueve que los niños experimenten juegos que culturalmente son catalogados como propios del sexo opuesto, para que puedan discernir libremente sobre su sexualidad. En este sentido, se obliga a Lucía a dejar las muñecas por un momento, para que se divierta con autitos y así pueda verificar si, en realidad, es un niño y no una niña (no digo, por supuesto, que las niñas no puedan jugar con autos –no hay juegos que objetivamente sean de hombres o mujeres–; lo que intento recalcar es el objetivo que hay detrás).

Es imposible no reaccionar frente a esto. Los comentarios en la página del Movilh –supongo que algunos fueron escritos por adherentes a la causa gay– transitan entre el estupor y la indignación: “es cierto que hay que respetar a los homosexuales, ¿pero no será demasiado radical esto?”; “hay límites, con los niños no”. Esto es lógico. Los niños siempre han sido sujetos de protección especial, precisamente porque se encuentran en un momento de la vida que los hace particularmente vulnerables. Por lo mismo, cuando su ingenuidad, su inocencia, su esencia de niño se ve amenazada, es razonable, primero, sorprenderse, y luego, oponerse con fuerza. De ahí que indigne tanto que en internet circulen foros donde adultos transexuales intentan convencer a niños que su sexo verdadero no es el que sus padres inscribieron en su partida de nacimiento, y que si alguna vez les gustó algo del sexo opuesto –alguna forma de vestir o jugar– entonces lo más probable es que sean niños trans.

Lo anterior no constituye una postura radical alejada de nuestra discusión nacional. En el Congreso esto se discute intensamente. Tanto en la Comisión de Familia de la Cámara de Diputados como en la Comisión de Derechos Humanos del Senado, se debate actualmente sobre el derecho de los niños a modificar personalmente su nombre y sexo registral, aún en contra de la opinión de sus padres, para adecuarlos a su identidad de género, que sería discordante con su sexo biológico. Al punto llega esta ideología, que la controversia gira en torno a si es o no razonable permitir que los niños se sometan a tratamientos hormonales o quirúrgicos que adecuen su apariencia física a la del otro sexo.

#04-foto-2Las preguntas que surgen frente a todo esto, son diversas y complejas. Si la ideología de género tiene razón, ser niño o niña dependería, única y exclusivamente, de una “vivencia interna e individual” (art. 2, Proyecto de identidad de género). Sin embargo, es bastante cuestionable que tener genitales femeninos, cromosomas sexuales XX y la posibilidad de abrigar en el futuro a un nuevo ser en el vientre, nada digan sobre ser niña. De la misma manera, si ser niña es un sentimiento subjetivo y nada más, ¿qué sería aquello de “sentirse como niña” que puede definir que un niño sea, en realidad, una niña? Finalmente, cabe preguntarse si es razonable hacer caso omiso de la declaraciones de prestigiosas instituciones en materia de salud, como la Asociación Americana de Pediatría, la Asociación Americana de Psiquiatría o la Organización Mundial de la Salud, que afirman que la disforia de género en niños es un trastorno mental y, por tanto, no un derecho.

El tema no es nada fácil. Las controversias que giran en torno a él todavía siguen vigentes, y las preguntas que hemos formulado no agotan, en ningún caso, su profundidad. Sin embargo, si hay algo que resulta evidente, es que aprobar una iniciativa como la que hemos comentado, es una irresponsabilidad legislativa.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Demócrata, www.eldemocrata.cl.