Un compromiso ético municipal

Álvaro Pezoa Bissieres | Sección: Política, Sociedad

#11-foto-1Durante la semana pasada un programa televisivo volvió a poner en evidencia escandalosas corruptelas existentes entre miembros de concejos edilicios, causando gran impacto en la población.

No es la primera vez que se presentan en los medios de comunicación denuncias de esta especie y, por desgracia, es previsible que tampoco sea la última. Por lo mismo, resulta muy valioso en las actuales circunstancias del país que haya una ONG de carácter ciudadano (Influyamos) que promueva abiertamente la suscripción de un compromiso ético municipal entre candidatos a alcaldes y concejales de cualquier espectro político y comuna, hallándose estos en plena campaña de cara a las elecciones del próximo 23 de octubre.

Más todavía que haya un diputado en ejercicio –José Antonio Kast–, quien se encuentra realizando un proceso de recolección de firmas para poder ser candidato presidencial el próximo año, que apoye decididamente esta iniciativa.

Que una propuesta de esta naturaleza no haya recibido la cobertura que merece en los medios de comunicación puede deberse en parte al escaso ambiente electoral existente, a pesar que sólo falta poco más de un mes y medio para la crucial fecha en que serán elegidos los nuevos gobiernos comunales, o a que la agenda noticiosa se encuentre más concentrada en levantar casos de corrupción que en destacar acciones destinadas a su prevención y combate. Desde luego es innegable que las primeras parecen ser más que las segundas, al tiempo que más “vendedoras”, sin embargo, estas últimas urgen en nuestra patria.

Las encuestas de opinión pública recientes confirman dramáticamente esta realidad. Ellas muestran que, según la ciudadanía, la corrupción ha llegado a convertirse en uno de los principales problemas a ser encarados y resueltos.

No siendo misterio para nadie que tal flagelo constituye además una de las causas más determinantes en la mala evaluación y desprestigio en que han caído los actores y las instituciones políticas en Chile, fenómeno asociado a niveles de desconfianza en los mismos prácticamente desconocidos en la historia patria.

Conjunto de hechos que, de paso, han ido configurando un escenario que reviste suma gravedad para el futuro de la nación. Salvo que haya una reacción contraria al proceso de degradación moral en marcha y al consiguiente descrédito de la política y los políticos, el porvenir no deparará sino males y nuevas desilusiones para el país. Razón suficiente para prestar más atención y otorgar mayor apoyo a iniciativas prácticas contra la espiral de inmoralidades que padece la sociedad chilena, como es precisamente el caso en comento.

Los contenidos del compromiso que se invita a firmar a los candidatos no deberían ser motivo de preocupación para nadie que posea auténtica vocación de servicio público y busque realizar un trabajo con ánimo de rectitud, en concordancia con principios morales fundamentales y perennes. Los aspectos que incluye el documento hablan por sí mismos: probidad, actuación conforme a convicciones, autonomía, transparencia, actitud vigilante, cuidado de los recursos municipales, rendición de cuentas, buen trato (no a la prepotencia), límite a las reelecciones, defensa de la vida humana, trabajar para una sociedad colaborativa (no de lucha de clases). Se trata de un intento concreto por generar un cambio a estas alturas imprescindible para nuestra sociedad, esto es, la de atraer personas con trayectorias de vida limpias a la actividad política, junto con animar y velar por la eticidad de sus procederes una vez que resulten elegidas democráticamente.

Quiero comprometer mi mejor esfuerzo” es la frase que abre cada uno de los once compromisos éticos a los cuales los candidatos pueden adherir libremente. Es lo que anhelan los votantes, contar con personas capacitadas para ejercer las funciones propias de sus cargos. Que puedan dar lo mejor. Ello supone que aquellas cuenten con conocimientos y competencias técnicas que, siendo requisitos básicos, no son suficientes (y, desafortunadamente, no siempre están). Se necesita también –y es lo primordial– que tengan estándares morales altos, si como sociedad se aspira realmente a avanzar, es decir, a alcanzar un mayor desarrollo humano y el bien común.

Sería de esperar que otros personeros, organizaciones, movimientos y partidos se sumen a esta cruzada o que desplieguen nuevas de similar naturaleza. Más veracidad, honradez y espíritu de servicio, especialmente por los más desvalidos, se necesitan ¡ya! en la política chilena. ¿Cumplen los candidatos a las próximas elecciones municipales con estas cualidades? Debería ser una preocupación esencial de cada ciudadano antes de sufragar.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Pulso, www.pulso.cl.