¿Por qué los vikingos son los “buenos” y lo cruzados los “malos”?: mucho más que películas y series de televisión

Josep Miró i Ardèvol | Sección: Historia, Política, Religión, Sociedad

#11-foto-1 No sé si ha reparado en ello, pero hace décadas, que bien como tema central, bien como escenario accesorio, los cruzados, no importa de cual Cruzada, tienen en el tratamiento cinematográfico y televisivo, el papel de “malos”. Incluso ahora, y a pesar de la Yihad, eso va así. En contrapartida, también hace décadas que los vikingos aparecen como “buenos” o, al menos, la obra es narrada desde su perspectiva. Es una extraña paradoja que no tiene nada de inocua. La forma como nos son presentados ellos y los cristianos en la película de finales de los años cincuenta Los Vikingos y la actual serie televisiva marca la diferencia.

Es una paradoja, porque las cruzadas, aunque en ocasiones derivaron en actos espurios como la conquista de Constantinopla, o resultó de una violencia extrema para los no combatientes, respondían a dos impulsos positivos. El primero, el de la autodefensa: fue el Islam árabe que, en su oleada de conquista, invadió los territorios cristianos de Oriente, precisamente los originarios del cristianismo. Los coptos en Egipto, restos de los originarios habitantes, y hoy una minoría maltratada, son un ejemplo de esa cambio de civilización por la vía de la conquista militar. Los cruzados se opusieron a esa guerra de conquista e intentaron durante muchos años revertir o, al menos, congelar la expansión, que por el sur, a través de la Península Ibérica, ya había amenazado directamente a Europa. El segundo impulso, imperfecto como en todo lo humano, era el de un ideal: recuperar Jerusalén, la ciudad donde fue crucificado el Señor para la fe cristiana. Que del hecho de que bajo la perspectiva actual, esto resultara inaceptable, no debe llevar al error clásico de juzgar a nuestros antepasados bajo las referencias actuales, porque esto sería todo lo contrario al análisis histórico.

Estos cruzados en su respuesta y coligación contribuyeron a formar la conciencia de la unidad europea, un proceso sustitutivo de la unidad del Imperio romano, que mucho después, destruirían para ir a peor, los estados nacionales. Formaban parte de una cultura que nos ha forjado. Presentarlos como una banda de conquistadores, sedientos de sangre y oro, es una burda caricatura de la realidad.

Desde el siglo XI Europa afirmó su identidad, pasando de ser agredidos a agresores, con las cruzadas, y los procesos de reconquista en el suelo europeo después. A ello se unió la fortaleza del feudalismo, el crecimiento de la población, el desarrollo agrícola, el aumento del comercio, y con él, la formación de una clase comerciante. Así forjada, la primera y fundamental identidad europea fue el cristianismo, que las guerras de religión del siglo XVI, con la aparición de las iglesias protestantes, rompieron, dando pie a la fragmentación de los estados nacionales.

En contrapartida, los vikingos, oriundos de Escandinavia, tenían la habilidad de construir naves de una gran capacidad marinera e invertían buena parte de su tiempo en las incursiones depredadoras y salvajes de las costas de Inglaterra y Francia, primero, hasta alcanzar la Península Ibérica y el Mediterráneo. Su forma de vida era el pillaje, y sus prácticas con sus adversarios muy crueles: el temor era una de sus armas. Mataban por una sola razón: la económica. Es una versión primitiva y sangrienta de las multinacionales depredadoras, que no intercambiaban conquista por civilización, como Roma, sino que simplemente esquilmaban como las plagas de langostas.

 

¿Cómo han podido convertirse en “los buenos” de nuestra cultura popular?

Pero, es que la paradoja es todavía superior. Unos grupos de estos pueblos se asentaron en la costa francesa, la actual Normandía, se cristianizaron y aceptaron, en un marco feudal como el de la época, la soberanía del rey francés. Desde esta base, se expandieron a Inglaterra y Sicilia, conquistándola a musulmanes y bizantinos, para terminar siendo un componente importante de Europa. Hace ya unos años la ciudad de Roma ofreció una exposición magnífica de aquella realidad con un título bien expresivo, “Los Normandos, Pueblo de Europa”.

Y ellos, precisamente ellos, vikingos cristianizados fueron una de las principales puntas de lanza de las Cruzadas, con lo cual son “buenos” en su periodo pagano, y “malvados” cuando se cristianizan.

Este planteamiento, en su reiteración, véase el tratamiento de las Cruzadas en el Reino de los Cielos de Ridley Scott, o la actual serie de televisión por cable, no es gratuito. Tiende a presentar la inferioridad moral de los cristianos, y la altura en los vikingos, dentro de una violencia compartida y cinematográfica. También la mezquindad de los primeros y el sentido heroico de la vida, su invencibilidad y ausencia de miedo a la muerte.

#11-foto-2Esta evolución en el tratamiento de la historia se inscribe en una corriente surgida de la Ilustración francesa, que enlaza con el jacobinismo de estado y seguida con notable entusiasmo por la cultura anglosajona y sus antiguos perjuicios anticatólicos, que tenía –tiene– como objeto, deformar los hechos históricos, presentando la edad media como un tiempo oscuro, salvaje y bárbaro; y, más allá, a los primeros cristianos como un tropel de supersticiosos, fanáticos que destruyeron la cultivada civilización pagana. El mito de Hipatia, construido por los “ilustrados” tiene en Alejandro Amenábar y el filme Ágora un demagógico exponente de este sistemático e histórico trabajo de demolición, que destruyendo al cristianismo, acaba por hacer imposible los fundamentos de la unidad europea. Ahora volvemos a pagarlo.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Forum Libertas. www.forumlibertas.com.