La Nueva Constitución y el viejo Chile
Gonzalo Cordero | Sección: Historia, Política, Sociedad
El “buque insignia” de la Nueva Mayoría es –perdón por la inevitable cacofonía– la nueva Constitución, lo que no es contradicho porque no se redacte en el actual período presidencial. Como todo objetivo político de izquierda, es una meta que se alcanza, en parte, por el sólo hecho de recorrer el camino hacia ella y, en parte, nunca se alcanza por completo en su resultado. Es una utopía, como utópico es el ideal de la sociedad igualitarista que lo inspira.
Pero mientras la prensa y alguna parte de la oposición están entretenidos en los Cabildos y debaten por el currículo de los facilitadores, con un candor enternecedor, empieza a emerger con meridiana claridad la Constitución que viene, así como el verdadero proceso constituyente. Imprescindible leer la entrevista a Guillermo Teillier en El Mercurio del fin de semana. ¡Eso es hacer política! Chapeau, monsieur Teillier.
¿Comencemos por el proceso?
El presidente del PC dice que su partido va a evaluar si permanece en la Nueva Mayoría; para ellos no es muy natural estar ahí, su discurso lo articula como alguien que en el presente está adentro, pero en el futuro estará afuera y nos esboza las razones que lo harían volver.
Tendría que convenirse un Programa Presidencial II de la Nueva Mayoría, superando el actual, en una versión siglo XXI del “avanzar sin transar”. Aquí Teillier entra a lo que se ha eludido hasta ahora: el contenido de una nueva constitución. La campaña presidencial pasada fue por una (en genérico) nueva constitución, la que viene será para dirimir determinadas ideas constitucionales. Ahí debatiremos sobre la (en particular) nueva constitución.
Luego nos cuenta, mejor dicho le cuenta a Ricardo Lagos, lo difícil que fue para el PC apoyarlo en la segunda vuelta de enero del 2000; tanto que estuvieron a punto de quebrarse. Imagínese lo que sería apoyarlo como candidato en primera vuelta, es muy difícil, se requeriría –cómo no– compromisos muy claros del candidato. ¿Cuáles serían? Bueno, si hasta un modesto lector de la prensa de fin de semana y comentarista amateur como yo se da cuenta, imagino que para don Ricardo es más claro que el agua.
Así están las cosas. Veamos ahora un poco del contenido.
Primero, lo primero: el principio de subsidiariedad. Teillier nos dice que “el Estado no puede ser solo subsidiario” (si la DC no se conforma con eso es que ya no es la DC), habría que entender que tiene que ser subsidiario y no serlo al mismo tiempo. Después ofrece una visión de la economía de hace un siglo atrás, sólo le faltó hablar del salitre. Es comunista el hombre, no se le puede pedir otra cosa.
En concreto, principio de subsidiariedad fuera. Estado empresario, dentro.
Todos nos dicen que el derecho de propiedad no se va a tocar. Pero se plantean otras modificaciones que afectan directamente su posición y valor en el sistema jurídico: la propiedad de los recursos naturales y los derechos sociales. Veamos por qué.
La visión que promueve la izquierda se funda en que el “bien social” no es compatible con la propiedad privada –ahí solo existe bien individual– por eso los recursos naturales deben ser del Estado. A partir de ahí la propiedad privada comienza a ser un régimen residual, subordinado a ese concepto de “bien social”.
El establecimiento de los derechos sociales, combinado a lo anterior, es lo que cambia completamente el modelo de sociedad. Al establecerse dichos derechos se va a judicializar su vigencia y los jueces resolverán el justo nivel de equilibrio en la tensión entre derechos individuales y colectivos. Con los primeros subordinados ontológicamente a los segundos. Por ejemplo, garantizadas ciertas prestaciones como derecho ¿cuál es el límite de los tributos manifiestamente injustos? Es otro que ahora, no le quepa duda.
Vamos de nuevo al contexto. Hoy, en nuestro sistema de justicia, el gran tema es la interpretación de la ley, y gana terreno la visión de jueces que reivindican un rol de verdaderos legisladores. Esto no es nuevo ni es de acá.
En 1974, Oswald Baudot, un magistrado francés dijo un famoso discurso ante un grupo de estudiantes de la Academia Nacional de la Magistratura, se conoce como la “arenga de Baudot”, vale la pena leer sus párrafos principales:
“Sed parciales. Para mantener la balanza entre el fuerte y el débil, entre el rico y el pobre, que no pesan lo mismo, inclinadla hacia un lado. Tened un prejuicio favorable con el hombre contra la mujer, con el deudor contra el acreedor, con el obrero contra el patrono, con el atropellado contra la compañía de seguros del atropellador, con el ladrón contra la policía, con el acusado contra la justicia. La ley se interpreta, dirá lo que quieran ustedes que diga. Entre el ladrón y el robado, no tengáis miedo de castigar al robado” (el resaltado es mío).
Las piezas calzan y comienza a emerger clarita la nueva constitución. En su texto y en su aplicación será verdaderamente nueva. Hay otro elemento fundamental que no desarrollo aquí para no extender demasiado estas líneas: el fin del control preventivo de constitucionalidad del Tribunal Constitucional.
Anticipándome a la crítica que me haría cualquier socialdemócrata o socialcristiano, ambos moderados y parte de la Nueva Mayoría, les aseguro que no estoy obsesionado con los comunistas, no tengo pesadillas con los bolcheviques, ni mantengo un ejemplar del “plan Z” en mi velador. Pero en términos políticos sí les tengo respeto, a ellos y a esa izquierda latinoamericana ayer castrista y hoy chavista que orbita a su alrededor. Tienen objetivos claros, un sentido del poder notable, piensan a largo plazo y lo más importante: si leen encuestas es para ver si las han cambiado, jamás porque consideren la posibilidad de moverse ellos un milímetro.
Con esa nueva constitución no emergerá el hombre nuevo, pero reaparecerá el Chile viejo, ese que ya se asoma con el puño en alto, el estatismo y la utopía igualitarista.
Recuerdo las series animadas de mi infancia e imagino a Buggs Bunny diciendo: ¿qué hay de nuevo viejo? Y a Elmer respondiéndole: na…na…nada, absolutamente nada.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, http://ellibero.cl/.




