Pasados a llevar
Rodolfo González | Sección: Sociedad
Resulta imposible sustraerse a los influjos del Festival ¿de la Canción? de Viña del Mar y la irrupción del humor como el único tema de conversación en este final veraniego. Donde quiera que uno vaya la pregunta surge necesaria: ¿viste a Caroe, a Ruminot, a González o a la Natalia? En la década del 70, al terminar el verano la pregunta obligada era, ¿Leíste Palomita Blanca? ¿O Juan Salvador Gaviota? O ¿Aeropuerto?
Pero “Chile ha cambiado” y hay que hacerse cargo de ese nuevo tópico que parece sepultar costumbres, instituciones y personas a partir de algunos hechos lamentables y condenables y hay que obedecer al Monstruo que ha hecho de sus comediantes sus líderes naturales y admirables.
Estos nuevos referentes que nos dicen a quienes debemos condenar, por quiénes debemos o no debemos votar, a quienes hay que rechazar y sobre quienes debemos escupir para expresar nuestra honesta, espontánea y justificada indignación. Por supuesto que todas estas consignas bien aderezadas por un sinfín de groserías que los conectan con el público y con su lenguaje, expresión de este nuevo Chile culturalmente más variado aunque más empobrecido.
Cuando la sintonía baja un poco o las risas disminuyen poniendo en peligro el prestigio y la gaviota prometida, entonces hay que volver a mencionar a algunos personajes y el éxito vuele a levantar vuelo tras el premio anhelado. El cobarde expediente de ganar aplausos a costa de la humillación de terceros. Ése parece ser el sino de este nuevo Chile expresado en Viña y con la anuencia de todos los mediocres que viven y comen de los comentarios y análisis.
Detrás de esa aparentemente sana indignación se esconden dos síntomas tremendamente peligrosos, no solo por sus efectos potenciales inciertos, sino, sobre todo, por el daño en el alma que reflejan tanto en el monstruo como en sus nuevos dioses. Uno es el resentimiento, esa frustración del alma que nace del no recibir lo que otros reciben, expresión de la envidia pero esta vez revestida de reivindicación social legítima. El otro síntoma, la agresividad, la violencia en las palabras y en los gestos, en las opiniones y en la arrogancia con que se defienden los usos y costumbres de este nuevo Chile.
Los comentaristas, noteros, periodistas, opinólogos, hombres y mujeres de la farándula pero también los “rostros” de los noticieros repiten como un nuevo karma nacional: “es que la gente está cansada de que la pasen a llevar”, justificando así el revanchismo y el odio con que se expresan estos nuevos líderes ante el aplauso de la masa.
No hay que ser hipócritas: la gente no está cansada “de que la pasen a llevar” sino envidiosa de que “no la pasen a buscar”. Es decir, más que un movimiento de limpieza moral de las costumbres sociales, este nuevo Chile cargado de resentimiento y violencia es expresión de la envidia que se siente al no ser parte de los beneficios que otros tienen de manera legítima o ilegal. No es un movimiento basado en la ética de la política o de los negocios sino movido por el hecho de “no estar ahí”, donde los dineros fluyen, las influencias mueven, los negocios se concretan.
La hipocresía, tantas veces denunciada en nuestra sociedad, ahora toma otro cariz denunciando a “la élite intocable” y creando simultáneamente-otra “élite intocable”, esa que puede decir lo que quiera de quien quiera, sin hacerse cargo de los comentarios y que exige, bajo el principio de libertad de expresión, no ser cuestionada ni contradicha. Todo aquél que se atreva a decir que no le gustó el humor de los comediantes, que no está de acuerdo con las groserías de sus exponentes, que lamenta el recurso fácil de la humillación de terceros es, por definición, un retrógrado, un corrupto, un cómplice pasivo de la élite económica o política reinante. He visto gente mintiendo (diciendo que le gustó la Valdebenito) con tal de no ser atacado como misógino o terrorista de género.
Lamentablemente no tenemos referentes hoy, ni en las organizaciones formales ni en los liderazgos naturales a personas que puedan hacer frente a esta avalancha de revanchismo resentido disfrazado de igualdad y que esconde los mismos vicios que se critican, mientras no repartan sus beneficios entre la nueva élite de este nuevo Chile.
Ojalá estos nuevos líderes sociales –los humoristas– paguen puntual e íntegramente sus impuestos, traten bien a sus compañeros de trabajo, se ocupen de sus familias con responsabilidad, respeten la ley y sus derivados, sostengan sus opiniones políticas más allá del aplauso de la Quinta o de la Cuarta, en fin, para que al menos gocen del beneficio de la duda de que su crítica social fue expresión sincera de sus pensamientos y emociones y no solamente un guión prefabricado para ganarse una gaviota dejando muchos pájaros heridos en el camino.




