Los dueños de la tolerancia
Guillermo Pérez Ciudad | Sección: Política, Sociedad
La discusión parlamentaria de los últimos días respecto al proyecto que autoriza el aborto en tres causales es reflejo de lo que pasa, no solo en nuestra clase política, sino que en la sociedad en su conjunto.
La poca profundidad del debate da cuenta de que en este país hace mucho tiempo se dejó de hablar de convicciones y argumentos para comenzar a hablar desde las tripas, desde la calculadora electoral, desde donde calienta el sol. Un reflejo de esto es ver a los demócratas cristianos votando a favor de un proyecto de aborto contradiciendo todo lo que siempre han señalado sus principios fundacionales. Al parecer faltaron a la clase donde se les enseñaban las normas básicas del social cristianismo.
La ética está separada de la política, ya no solo en la acción sino que también en el mundo de las ideas. Ya no nos preguntamos el porqué de las cosas y nos dirigimos simplemente al cómo. Nos preocupamos solo de la política pública y ya no de las razones o argumentos que impulsan las mismas. Estamos llenos de tecnócratas, pero hemos matado la filosofía, el sagrado ocio que permite repensar las grandes preguntas.
Nuestra sociedad entera se acostumbró a vivir así, con morales relativas, sin reflexiones, sin contenido. Lo complejo del fenómeno es que genera una polarización extrema de las ideas que reduce la tolerancia, el respeto y, lo más peligroso de todo, gana el que golpea más fuerte. Las discusiones se están transformando en posiciones sacadas de una barra brava, apegadas a un “algo” que no se sabe ni siquiera qué significa. Acá no estamos discutiendo sobre si es mejor la Universidad de Chile o Colo Colo o que barra tiene mejor “aguante”, acá estamos discutiendo sobre qué valor jurídico, en ciertas circunstancias, es preponderante: la vida o la libertad de elección. Para discutir seriamente, necesitamos parlamentarios que sepan lo que están hablando y no que defiendan posiciones con explicaciones falaces y decadentes ¿qué le podemos exigir al ciudadano de a pie si los honorables argumentan como barristas de estadio?
La reducción de la discusión es especialmente trágica, teniendo en cuenta que este año va a comenzar a debatirse sobre la nueva Constitución. Esto significa revisar conceptos tan complejos como la libertad, la justicia y la igualdad, ¿estamos realmente a la altura de las circunstancias?
Por otro lado, en estas discusiones se ha hablado mucho de la palabra “tolerancia”. Lo que más asombra es que quienes la usan son los que menos la practican. Es sorprendente escuchar, especialmente en la izquierda, hablar de diversidad y progresismo, pero cuando alguien opina diferente a ellos se le acusa de retrógrada, conservador o fascista. ¿Existe realmente libertad de expresión o solo algunos tienen derecho a decir lo que piensan libremente? ¿Por qué esa burla descarnada hacia quienes se manifiestan en contra del aborto? ¿Acaso no se puede pensar distinto? Algunos de los que hablan de respeto, progresismo y democracia ni siquiera condenan la dictadura de Corea del Norte, las detenciones ilegales en Venezuela o el atropello a los DDHH en Cuba. Ya lo decía Silvio Rodríguez: “la tolerancia es la pasión de los inquisidores”.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Chile B, www.chileb.cl.




