Horrores del socialismo: la desaparición del Mar de Aral

Gastón Escudero Poblete | Sección: Política, Religión, Sociedad

La Encíclica Laudato Si (Alabado Seas) es un magnífico documento en que el papa Francisco nos invita a reflexionar sobre el preocupante (diría “alarmante”) estado de los ecosistemas del planeta. Sin embargo no es perfecta ‒no tiene por qué serlo–. Adolece de un defecto que se ha puesto de moda (diría “alarmantemente” de moda): un claro sesgo anti capitalismo o anti mercado. Por ejemplo: “Hoy cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta”. No pretendo negar la dosis de verdad expresada en esta frase, pero, al no ir acompañada de matices, da pie a creer que la solución puede venir desde el sistema alternativo: el socialismo o la planificación estatal, lo cual se refuerza al considerar que a lo largo de la encíclica las críticas al mercado son abundantes a la vez que inexistentes para la acción del Estado. Sin embargo la experiencia de los antiguos países comunistas (o socialistas marxistas) nos muestra que la lógica de la planificación estatal ha resultado aún más dañina para el medio ambiente que la lógica del mercado.

Quizá la mayor demostración de lo que estoy diciendo es lo ocurrido con el Mar de Aral. Éste es (casi podría decir “era”) en realidad un lago ubicado en Asia Central, en las fronteras de Kazajistán y Uzbekistán. Como lago sin salida al mar, mantiene (más bien “mantenía”) su nivel de agua gracias al equilibrio natural entre los aportes de la misma y la evaporación. A comienzos de la década de 1960 tenía una superficie aproximada de 68.000 kms. cuadrados ‒poco menos que las regiones Cuarta, Quinta y Metropolitana de Chile juntas; un país con esa superficie estaría en el lugar 122 entre los 247 países del mundo‒ circunstancia que lo hacía el cuarto lago más grande del mundo.

El inicio del drama se sitúa en 1920, cuando Uzbekistán y Kazajistán fueron incorporadas a la Unión Soviética y luego Stalin previó convertirlas en productoras de algodón, a pesar de no contar con las condiciones requeridas (los territorios eran desérticos y el algodón requiere abundante agua). Entre 1954 y 1960 el gobierno soviético inició la construcción de canales de riego para llevar agua del Amu Darya y el Syr Darya (afluentes del Mar de Aral) al desierto circundante para regar las plantaciones. Hoy Uzbekistán es uno de los mayores productores de algodón en el mundo. Sin embargo los costos ambientales, económicos y sobre todo humanos han sido enormes. Veamos por qué.

Los canales de irrigación que se utilizaron no estaban debidamente impermeabilizados por lo que el 70% del agua se filtraba o se evaporaba, y los sistemas de regadío eran ineficientes. Estas circunstancias motivaron al gobierno soviético a intensificar la extracción haciendo disminuir aún más el caudal de alimentación del lago, haciéndose insuficiente para reponer la pérdida por evaporación. Como la cantidad de agua extraída de los ríos se duplicó entre 1960 y 1980, entre 1961 y 1970 el nivel del agua descendió a un ritmo medio de 20 cm. al año; en los años 70, el descenso aumentó a un nivel de 50 a 60 cm. anuales; y en los años 80, a un nivel de 80 a 90 cm. por año. En 1987, la disminución progresiva del nivel de las aguas acabó dividiendo al lago en dos, el Mar de Aral Norte y el Mar de Aral Sur. Pero en 2002 este último se redujo tanto que a su vez se dividió en dos partes, la oriental y la occidental.

En 2005, en un esfuerzo por salvar el lago, el gobierno de Kazajistán terminó la construcción de una presa en la costa sur de la parte norte, creando así una masa de agua independiente alimentada por el Syr Darya. Ello permitió una cierta recuperación del nivel del agua y de la pesca, pero a cambio de privar al mar del sur de una de sus fuentes, sentenciándolo a muerte; de hecho, en julio de 2014 el lóbulo oriental de la parte sur se secó por completo. ¿Error? Probablemente no: bajo el antiguo lecho lacustre ‒en el que hoy reposan decenas de barcos con sus cascos oxidados‒ se han identificado depósitos de gas y petróleo a los que es mucho más fácil acceder en condiciones secas y empresas rusas y coreanas ya están empezando los trabajos, lo que hace sospechar que las autoridades uzbecas no está preocupadas por salvar al Mar de Aral. En concreto, la superficie actual del lago es de 3.300 km. cuadrados, ¡un 5% de la superficie original!

En el intertanto, las consecuencias han sido desastrosas. Las comunidades de la región que antes se dedicaban a la pesca y a la agricultura ya no pudieron hacerlo. Algunos pueblos antiguamente costeros quedan ahora lejos de la costa. Sus habitantes se vieron forzados a emigrar abandonando el lugar donde habían vivido sus ancestros: vínculos sociales y culturales de cientos de años de antigüedad se extinguieron.

En otro ámbito, a medida que disminuye la cantidad de agua ésta aumenta su salinidad. Cuando el Aral estaba sano, la salinidad era de 10 gramos por litro (en los océanos oscila entre 33 y 37 gramos por litro); hoy supera los 110 gramos por litro, lo que dificulta la vida marina y ha terminado por casi destruir el ecosistema. El agua además se contaminó con fertilizantes y pesticidas procedentes de actividades agrícolas. Los geoquímicos soviéticos creían que conforme se secase el mar, se formaría en la superficie una dura capa de cloruro sódico que impediría las tormentas de arena. No fue así y ahora se generan tormentas que llevan el polvo contaminado hasta 200 kilómetros de distancia dañando la salud de las personas (unas 60 millones) que viven en los alrededores del lago, lo que se ha traducido en, por ejemplo: alta incidencia de enfermedades pulmonares; la región registra la tasa de mortalidad infantil más alta de toda la antigua URSS; la bronquitis crónica aumentó un 3.000% y la artritis un 6.000%; en la región uzbeka de Karakalpakstán las mujeres padecen una pandemia de anemia y el 97% presenta niveles de hemoglobina inferiores a los 110 gramos por litro de sangre que fija la OMS, debido al consumo de agua estancada que contiene zinc y magnesio; en la misma zona, sólo entre 1981 y 1987, el cáncer de hígado aumentó un 200%, el de garganta un 25% y la mortalidad infantil un 20%, y los casos de hepatitis, enfermedades respiratorias, de los ojos e infecciones intestinales en la región aumentaron siete veces en relación a 1960. Las cifras son frías pero esconden un drama humano inconmensurable; por ejemplo: ¡cuántos padres han visto morir a sus niños y luego han tenido que abandonar sus tumbas al emigrar en busca de fuentes de trabajo!

Producto de la desaparición del agua y de las tormentas de arena cambió el clima: los inviernos se hicieron más fríos y los veranos más cálidos y secos, y dejó de llover, con lo que los pequeños lagos que existían cerca de las costas desaparecieron y el pasto se secó. La escasez de agua dulce no sólo afecta a la población sino también a los cultivos tradicionales, lo cuales han sido destruidos además por la sal que se deposita en la tierra.

Una consecuencia indirecta de la desaparición de lago deriva del hecho de haber albergado un laboratorio de prueba de armas biológicas. Situado en la isla –hoy península– de Vozrozhdeniya, fue el principal campo de este tipo del ejército soviético. Miles de animales fueron enviados a la isla para ser sometidos a los efectos del ántrax, la viruela, la peste, la brucelosis y otros agentes biológicos. La caída del régimen soviético dejó el campo de pruebas abandonado, por lo que un proyecto internacional liderado por el gobierno de los Estados Unidos realizó una limpieza en 2002, pues se pensó que el ántrax de los atentados de 2001 provenía de aquí. Desde entonces no se han detectado agentes biológicos en el polvo, pero en la región circundante se registran brotes esporádicos de peste.

La cuasi desaparición del Mar de Aral constituye uno de los desastres ambientales más grandes de la historia, tal vez el mayor. ¿Fue sólo un error de las autoridades soviéticas que una vez comenzado ya no pudieron evitar, o fue intencional y lo consideraron un costo necesario para que el imperio se autoabasteciera de algodón? Quienes han reporteado y estudiado el fenómeno sostienen, por ejemplo, que los altos cargos del Ministerio del Agua encargados de diseñar los canales de riego sabían perfectamente que lo estaban condenando. Prueba de ello es que entre 1920 y 1970 citaban al climatólogo más famoso de Rusia, Aleksandr Voeikov, quien una vez se refirió al Mar de Aral como un “evaporador inútil” y un “error de la naturaleza”. Ello explica la afirmación de un jerarca del ministerio: “el Mar de Aral debe morir como un soldado en la batalla”. Y es que la perspectiva desde la cual los soviéticos actuaron fue tan estrecha como arbitraria: las cosechas de algodón eran más valiosas que el pescado.

La historia de la intervención sobre el Mar de Aral indica que el desastre fue fruto no de un error sino de un acto intencional: las autoridades se convencieron de que las aguas debían estar en otro lado ya que así convenía para sus objetivos económicos. Es la racionalidad llevada a su máxima expresión y que paradojalmente conduce a comportarse del modo máximamente irracional. Es consecuencia necesaria de una de las características esenciales del socialismo: no sólo la vida social sino también de los ecosistemas debe discurrir por los cauces determinados por los planificadores según la “razón de Estado”; si hay discordancia, la naturaleza es la equivocada y debe ser corregida. Pero como ella no perdona (“el que viola la naturaleza envenena su propia mesa, contra la fuerza de Dios no existe defensa”, dice una canción de Roberto Carlos) los efectos de la estupidez y la soberbia de las autoridades comunistas no tardaron en dejarse sentir, sólo que no para ellas sino que para millones de personas inocentes (trágica constante del socialismo).

Para mí, una interrogante queda resonando en los cascos oxidados de los barcos que yacen en las arenas desérticas de lo que hasta hace poco fue una de las mayores extensiones de agua mediterránea del planeta: ¿por qué la desaparición del Mar de Aral no fue tomada en cuenta a la hora de redactar la Laudato Si?

 

 

Nota: Este artículo fue elaborado consultando las siguientes fuentes:

Aral. El mar perdido” (http://www.wearewater.org/es/aral-el-mar-perdido_253307)

Ultrajes al Mar de Aral” (http://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/grandes-reportajes/ultrajes-al-mar-de-aral-2_9454)

Wikipedia

“Mar de Aral: la desaparición” (https://www.youtube.com/watch?v=qjDmXfUjAmU)