Debate actual sobre la familia y el matrimonio: una paradoja

Cardenal André Vingt-Trois | Sección: Familia, Religión, Sociedad

El cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, tiene toda una vida dedicada a la familia. En el episcopado francés, en el Pontificio Consejo para la Familia en Roma y más recientemente en el Sínodo Extraordinario de obispos sobre la Familia de 2014, en el cual el Papa Francisco lo nombró presidente delegado. En el contexto envolvente del ambiente de Navidad, fiesta que reúne a la familia en el mundo entero, las primeras palabras de su conversación con “El Mercurio” se refieren a esta realidad, cuyo peso crucial para el destino de la humanidad le parece al cardenal haber sido el motivo por el que el Papa Francisco le consagró su primer sínodo. “Hay un debate antropológico considerable que se desarrolla en todo el mundo principalmente impulsado por organizaciones internacionales que promueven un modelo exactamente en las antípodas del que se recoge en la Revelación cristiana. Pero también se da el hecho de que la familia es la experiencia humana más universalmente compartida: a través de culturas y tradiciones distintas, es siempre el núcleo duro de la experiencia humana”. Junto a estos factores está también presente en el Papa Francisco, afirma, la convicción de que la tradición cristiana puede aportar algo muy importante a la humanidad a este respecto; que la experiencia cristiana de la familia no tiene solo un valor interno para el cristianismo, sino un valor de contribución a la sociedad global.

Consultado sobre la situación de la familia en Francia, el arzobispo de París señala que la sociedad francesa de hoy vive una situación paradójica. Descansa en la idea de que hay algo que asegura la cohesión nacional –algo que los políticos llaman “el vivir juntos”, acota–, cuestión que puede incluso haberse reforzado por los atentados sufridos en la capital francesa durante el 2015. Pero, afirma, “simultáneamente, la misma sociedad renuncia a toda capacidad de generar un bien común, no tomando en consideración, como referencia ética, más que el deseo personal”. La paradoja es que se enfrentan dos convicciones no teorizadas: de un lado, el sentimiento de una solidaridad necesaria, y de otro, una incapacidad para superar lo que no sea simple deseo personal. El debate sobre el matrimonio y la familia se inscribe exactamente en el marco de esa paradoja, explica. Si se hacen encuestas, la inmensa mayoría de los jóvenes responde que lo más importante para alcanzar una vida lograda es la familia. Pero, si a la vez, se les plantean preguntas precisas, se muestran incapaces de adherir a las condiciones para que la familia exista. “Tienen simultáneamente una suerte de apego, carente de reflexión, al valor de la familia, sin poseer de su parte sustento cultural para asegurar la realización de este valor”, señala.

Consultado sobre el debate que acompañó la aprobación del «matrimonio» homosexual, añade que el factor que hizo posible esta operación legislativa –que ni los homosexuales pretendían– apunta a este mismo fenómeno. “Si la familia es un bien –se argumentó–, es necesario que lo sea para todos, y por lo tanto debe estar a disposición de todos los deseos, incluidos los de aquellos que no quieren compromiso alguno con un modelo familiar”. La conclusión que se adoptó –“de un simplismo bíblico”, exclama– fue entonces cambiar el modelo…

En la grave situación presente hoy en Francia se vive, a su juicio, el mismo dilema: “Hay políticos que proclaman con elocuencia el valor de la República, del ‘vivir juntos’, de la cohesión nacional, de la solidaridad, pero que desestructuran y desestabilizan todos los elementos que por su naturaleza propenden a construir un sentimiento de solidaridad y cohesión”. Si se debilita la familia, apunta, los seres que nacen son cada uno un poder autónomo en la estructura social, la cual se hace ingobernable. “Estamos en una situación en la cual el individuo se la juega solo, y donde la estructura de solidaridad no tiene más que hacer. En este sentido, los inmigrantes, en sus diferentes categorías, afectados por la fragilidad de su situación, tienen necesidad de la familia, valor que en su caso se ve reforzado por una fuerte tradición familiar”. Los comentaristas políticos ocultan, a juicio del cardenal Vingt-Trois, por qué seis millones de personas en las recientes elecciones regionales votaron contra los políticos: “Hay un contencioso inexpresado sobre la capacidad de los políticos de sostener las estructuras de solidaridad, entre las cuales está la familia”.

 

 

Nota: Este artículo corresponde a parte de una entrevista más extensa realizada por Jaime Antúnez, y publicada originalmente por Artes y Letras de El Mercurio.