Soledad en Navidad

Pilar Guembe y Carlos Goñi | Sección: Familia, Sociedad

¿Cuántos ancianos pasarán solos estas Navidades? ¿Cuántos hijos, nietos, familiares, amigos, “olvidarán” que lo son? ¿Cuántas excusas, justificaciones, disculpas, razones, serán las responsables de no haber estado a su lado estos días de Navidad?

La soledad impuesta es más terrible si cabe durante estas fechas. Aunque rime en consonante con Navidad, conceptualmente forman una asonancia moral, un oxímoron que, por desgracia, se está instalando en nuestra sociedad como un efecto más del individualismo del que no podemos zafarnos ni en los días de solidaridad oficial.

Lo pone de manifiesto un anuncio de la cadena de supermercados alemana Edeka que se ha hecho viral (ver aviso). Un anciano viudo bien situado económicamente (la soledad no hace ascos a una buena posición social), deseoso de poder reunirse el día de Navidad con sus hijos y sus nietos dispersos por el mundo, recibe nones de cada uno de ellos (en forma de excusas, justificaciones, disculpas y razones diversas). “¿He formado una gran familia –se debe de preguntar mientras ve que se va quedando solo– para no poder vivir con ellos la Navidad?”.

Se le ocurre entonces una solución desesperada, un reclamo que no puede fallar, un cebo imposible de no morder: inventa su propia muerte. Los hijos reciben la inesperada noticia y lo dejan todo para acudir al funeral. Ya no hay razones que valgan, ni disculpas legítimas, ni justificaciones bien fundadas, ni excusas pertinentes. Lo primero es lo primero, asistir al sepelio del padre y abuelo, despedirlo de esta vida es motivo suficiente para cancelar todos los planes, aunque fueran tan inexcusables como para no poder asistir a la cena de Nochebuena.

Cuando, al fin, todos se reúnen, los llantos se convierten en risas, la tristeza en alegría, el velatorio en una cena familiar, porque el padre que creían muerto está vivo. No salen de su asombro, no aciertan a dar crédito a lo que ha pasado: todo ha sido una farsa amañada por el anciano para conseguir desquitarse esa soledad que en Navidad ahoga todavía más.

El anuncio acaba bien, con algunas grandes lecciones que es bueno que las anotemos en nuestro cuaderno de vida:

  • Que la soledad es peor que la muerte: nos puede enterrar en vida.
  • Que, por desgracia, la muerte (un funeral) tiene mayor capacidad de convocatoria que la vida (un natalicio, la Navidad).
  • Que está bien enterrar a los muertos, pero es preferible atender a las personas mientras están vivas.
  • Que una visita vale más que mil postales.

Es hora de volver a casa…

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por los autores en su blog Familia Actual, https://blogs.aceprensa.com/familiaactual/.