España, el fin del bipartidismo y el inicio de un chavismo español
José Luis Orella | Sección: Política, Sociedad
Las elecciones generales en España han traído el fin del bipartidismo entre el PP (partido Popular) y el PSOE (socialista), con la aparición de nuevas fuerzas emergentes, como Ciudadanos y Podemos. El PP de Mariano Rajoy ha pasado de 10.866.566 votos en 2011 a 7.215.530 en 2015. En escaños se ha pasado de 186 a 123, perdiendo la mayoría absoluta que gozaban hasta ahora. La pérdida es de 63 diputados, y de 3.651.036 votos. Con respecto a su inmediato perseguidor, el PSOE de Pedro Sánchez, ha pasado de 7.003.511 votos en 2011 a 5.530.693 votos en 2015, con su reflejo en diputados, de 110 a 90, su resultado más bajo desde 1977. La pérdida son de 20 escaños y 1.472.818 votos, esencialmente en el centro y el norte del país, los socialistas se han convertido en un partido del sur (Andalucía y Extremadura). Los dos grandes partidos del sistema han quedado tocados y han conservado el voto de la gente mayor y de los espacios rurales, donde menos se mueve el voto. La corrupción y el no cumplimiento del programa, como el abandono de los puntos próvida, el ascenso de los impuestos y el aumento de la pobreza, han sido los grandes arietes contra el gobierno Rajoy. La incipiente recuperación económica es a través del trabajo temporal, mal pagado y con fuerte recorte social, que por la desindustrialización efectuada en los tiempos de Felipe González, no puede absorber la población sin trabajo (cinco millones), dos de los cuales han decidido salir de España, especialmente jóvenes con estudios superiores.
A su vez, el fracaso socialista es el fracaso de la socialdemocracia europea, carente de nuevos principios políticos, y que aún no ha conseguido hacer olvidar el nefasto gobierno de Rodríguez Zapatero a nivel de gestión económica y su política impositiva de la ideología de género.
En esta situación las nuevas fuerzas emergentes que han capitalizado la necesidad de marginar a los protagonistas de la transición de 1978, y han hecho bandera de limpieza y de la necesidad de una nueva transición son las formaciones de Albert Rivera y Pablo Iglesias. Ciudadanos de Albert Rivera con sus 40 diputados y 3.500.446 votos se ha convertido en el nuevo puntal del sistema. Ciudadanos surgió en Cataluña como una formación contraria a la secesión, en el entorno de la cultura socialista, ante el viraje nacionalista de los socialistas catalanes. La nueva formación sin embargo, adoptó una posición de centro, adquiriendo un espíritu radical, como los antiguos partidos de esta denominación. Según su programa, en economía son neoliberales, pero en sus puntos sociales son favorables al aborto, al matrimonio homosexual e incluso a la eutanasia, y acérrimos enemigos de la educación diferenciada. Pero su defensa de la unidad de España, les ha traído, por la buena imagen de su joven líder, Albert Rivera, el voto desencantado del centroderecha del PP. A nivel personal, es soltero, vive con su novia, y tiene una hija de su anterior novia. Pero su opción ha hundido las expectativas de UPD (Unión por el Progreso y la Democracia) formación fundada por la ex-socialista Rosa Díez, y que hasta entonces parecía protagonizar un ideal reformista de centro laico.
Pero la gran sorpresa y protagonista de la jornada fue el éxito de Podemos de Pablo Iglesias, un profesor de ciencia política, habitual de las tertulias televisivas y profundo convencido de la nueva izquierda surgida en Venezuela. Iglesias que junto a otros miembros de su partido ha asesorado a Chaves en su gobierno bolivariano, ha conseguido en España nuclear la protesta ciudadana contra la corrupción y la fuerte crisis económica, recuperando el viejo espíritu guerracivilista del Frente Popular. Podemos ya había anunciado su posible éxito con el triunfo de sus listas locales en las pasadas elecciones municipales en ciudades como Madrid, Barcelona, Cádiz o Zaragoza. En estas ciudades sus acciones se han centrado en eliminar la presencia católica de la vida pública y cambiar los nombres de las calles.
En estas elecciones, Podemos ha sumado 5.189.333 votos y 69 diputados. Aunque en realidad han sido en cuatro listas electorales diferentes. Podemos como tal, sumó 3.181.952 votos; pero en Cataluña, Galicia y Valencia formaron coaliciones con otras formaciones comunistas o de extrema izquierda independentista. En Cataluña, En Comú, con el apoyo de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, sumó 927.940 votos; en Valencia otros 671.071 votos de Compromís y los 408.370 votos de En Marea, nombre que adoptaron en Galicia. La formación morada ha absorbido, bajo el espíritu de las protestas del 15-M, 762.935 votos procedentes de Izquierda Unida (comunista), quedando 923.105 votos y dos diputados, pero perdiendo 9 ante sus competidores. También han conseguido reunir gran parte de los nuevos votantes y muchos antiguos abstencionistas, en total, 1.932.625 de nuevos ciudadanos dispuestos hacer ruido con su voto. Pero el principal mordisco fue dado al PSOE, al sumar sus 1.472.818 votos perdidos. Pero también sumó otros 288.000 procedentes de Bildu, BNG o CUP, formaciones revolucionarias independentistas vasca, gallega y catalana respectivamente, la primera siempre fue el apoyo social a ETA y la tercera a Terra Lliure su equivalente catalán, que en esta ocasión no se presentó a las elecciones.
En Cataluña Democracia i Llibertad (la nueva denominación de Convergencia Democrática de Cataluña) 565.510 votos y 8 diputados, cuando en 2011 CiU (CDC+UDC) obtuvo 1.015.691 votos y 16 diputados, mientras Unió quedó extraparlamentaria con 64.726 apoyos. Sus pérdidas han sido beneficio del independentismo de izquierda, ERC (Esquerra Republicana de Cataluña), que ha obtenido 599.501 y 9 escaños, cuando tuvo en 2011 sólo 256.985 votos. En el País Vasco, el PNV ha ganado un diputado, ahora 6, pero ha perdido 23.000 votos, pasando de 324.317 en 2011 a 301.585. Pero Bildu, en el 2011 con la denominación de Amaiur obtuvo 334.498 votos y 7 diputados, pero Podemos los ha reducido a 218.467 votos y 2 diputados.
Con estos resultados se ha puesto fin a las épocas de mayorías absolutas, ahora es un juego entre cuatro. Quien consiga formar un gobierno de coalición tendrá que enfrentarse a la recuperación económica, con una emigración fuerte de jóvenes; la difícil integración de una Cataluña, de donde se marchan las empresas por miedo a la secesión; las consecuencias de la destrucción de la estructura familiar, por la transversalidad de un laicismo agresivo dominante en los cuatro partidos mayoritarios; un fuerte endeudamiento, que se responde recortando gastos sociales, pero manteniendo el costoso régimen autonómico que clientela al habitante rural a los partidos tradicionales. Una pesada herencia que nadie quiere tocar.




