Incorregibles

Juan Ignacio Brito | Sección: Educación, Familia, Historia, Política, Religión, Sociedad, Vida

Si la probidad y la transparencia serán requisitos para competir en las próximas presidenciales, Sebastián Piñera y Marco Enríquez-Ominami no deberían llegar a ser candidatos. En algún momento sus partidarios deben abrir los ojos y no considerar sólo las encuestas de opinión, sino también la viabilidad política, ética e incluso judicial de los eventuales abanderados.

Ahora se ha sabido que entre 2009 y 2010 sociedades vinculadas a Piñera recibieron $100 millones que el grupo Said no sabe cómo explicar a Impuestos Internos, y que por lo mismo ha decidido rectificar. El hecho confirma que en casi todas las investigaciones relevantes por relaciones turbias entre dinero y política aparecen de alguna forma las empresas de Piñera. Ahí están las facturas emitidas por Bancorp a SQM por un monto de $ 340 millones, la operación irregular con un forward descubierta en el caso Penta, o las boletas que emitió el ex director ejecutivo de Chilevisión a empresas externas.

Cristián Warner, ex estrecho colaborador de ME-O y ex secretario del PRO –el partido que formó el ex diputado a su alrededor–, ha sido acusado de emitir a SQM Salar 34 facturas sin respaldo por $ 362 millones. Warner no ha podido acreditar los trabajos que realizó para la empresa, cuestión que esta misma ha confirmado al rectificar su declaración tributaria.

El conjunto de acusaciones es muy amplio y contundente como para ignorarlo con ligereza. Es cierto que Piñera es el político más popular de la derecha, y que frente a la ineptitud contumaz del gobierno actual, su administración ha cobrado nuevo brillo, pero es iluso creer que las denuncias sobre irregularidades no resurgirán durante la campaña. Lo mismo ocurre con Enríquez-Ominami, pese a que éste ha señalado que las responsabilidades son de Warner y que desconoce la existencia de mails donde es mencionado en torno a las entregas de dinero investigadas.

Tanto Piñera como ME-O parecen creer que hacerse el leso y dejar pasar el tiempo diluirán las acusaciones y las pondrán en el olvido. Eso les sirvió antes, pero ahora no; hoy las condiciones son otras. Quien no tome nota de ellas podría incluso llegar a ganar una elección, pero como ejemplifica el caso de Michelle Bachelet, se le hará muy difícil ejercer desde La Moneda.

Si la derecha es seria en torno a su renovación, no sólo debe reformular su ideario, sino también sus liderazgos. Piñera no es apto para la política chilena actual, pues sus empresas están cuestionadas en varios y graves frentes. ¿Qué otra revelación es necesaria para que sus partidarios se den cuenta? El proyecto personalista de ME-O, por su parte, no puede sostenerse si su único líder está cuestionado severamente en un aspecto sensible.

El electorado no debe volver a caer en el error que cometió con Bachelet y que hoy todos estamos pagando en la forma de un mal gobierno: popularidad no es sinónimo de capacidad ni de idoneidad. La derecha y el progresismo necesitan promover liderazgos que a diferencia de los actuales, pasen el test de la blancura.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.