Aborto y discusión pública: Los dados están cargados

Joaquín Reyes | Sección: Política, Sociedad, Vida

#03 foto 1La importancia de la “opinión pública” en las sociedades contemporáneas es innegable, y está en constante crecimiento. Ésta se alimenta de eso que se ha dado en llamar “discusión pública”, verdadero campo de batalla en que los defensores de un bando y otro esgrimen argumentos a favor y en contra de lo que sea que la contingencia nacional o internacional exija. Uno podría pensar que los participantes en tales discusiones serán, en su mayoría, personas preparadas en el arte de la lógica y la retórica, con una alta dosis de sentido común. Y que los temas serán cuestiones difíciles y que requieran del tiempo de estos grandes hombres.

Lamentablemente, la realidad es muy otra. La discusión pública no corresponde tanto a una discusión racional como a una lucha de poder. La invitación –tan de moda– a “discutir con altura de miras y abrir espacios de diálogo” generalmente es el primer paso para reemplazar aquellos principios que han constituido el cimiento de la sociedad occidental y cristiana por otros contrarios. Por lo demás, es sintomático que esta “alta discusión pública” en general sea de lo más pedestre, y se dé siempre con la premisa implícita –y a veces explícita– de que, por supuesto, al dar cada uno su opinión no se quiere imponer nada a nadie.

Sin embargo, la discusión pública moderna siempre “impone” algo (y no precisamente conclusiones racionales), es violenta, busca el poder, y está lejos de ser un ejercicio intelectual que busque perfeccionar la inteligencia, al modo como lo eran las antiguas quaestiones disputatae escolásticas. Y es que la discusión pública con frecuencia no busca la verdad, sino que al revés: sólo se da a condición de que se renuncie a la pretensión de poseerla y de poder llegar a ella.

El caso del aborto es en este sentido paradigmático. Probablemente no haya ninguna discusión más evidentemente irracional que la de si merece o no vivir quien se encuentra en el vientre materno. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta evidencia –científica, psicológica, sociológica y de toda índole– acerca de que dentro del vientre materno nos encontramos frente a un ser humano, así como de las consecuencias nocivas que la práctica del aborto produce en la mujer, en la sociedad y en todos sus miembros. Entonces, ¿por qué la discusión no se cierra? ¿Por qué la incapacidad de decir “debate concluido: el embrión es persona y merece protección”? La razón es sencilla: porque el debate público posee un núcleo fuertemente irracional. Nunca ha tenido la intención de llegar a la verdad. En el caso del aborto esto es clarísimo. Ante la hiperabundancia de argumentos en contra, la única manera de mantener viva la discusión es reducir la pretensión de los que se oponen al aborto a una simple “máscara del interés de clase”, como diría Marx. En el fondo, los que se oponen al aborto no serían más que “fanáticos”, que intentan imponer no se sabe qué intereses ocultos en la sociedad. O bien “amigos de los ricos”, “lacayos de la Iglesia”, “aduladores del Papa”, “de derecha”, “fascistas”, “ultras”. En síntesis, “enemigos del progreso”.

A lo anterior se suma la evidente manipulación de la información por parte de los medios de comunicación. Piénsese, por ejemplo, en la casi nula repercusión que ha tenido en nuestro país el escándalo de Planned Parenthood, asociación internacional que promueve la llamada “salud reproductiva” –con presencia en Chile a través de APROFA y MILES, ambas asociaciones apoyando de manera activa el proyecto de ley de aborto en tres causales–. Entre otras atrocidades, Planned Parenthood es responsable de traficar con órganos de niños abortados en sus clínicas, algunos de ellos obtenidos incluso de niños que aún estaban vivos (como el caso de un embrión al que le extrajeron el cerebro mientras su corazón aún latía). Pero nada de esto aparece en los medios de comunicación. Y si aparece, será, por supuesto, visto como una muestra más de la “campaña del terror” que intentan hacer los “fanáticos” que se oponen al aborto, y no como una consecuencia lógica de la desvalorización de la vida humana.

#03 foto 2¿Es que entonces el aborto no se puede discutir públicamente? Claro que sí, pero no a cualquier precio ni de cualquier modo. Se puede discutir tanto cuanto podría discutirse acerca de la licitud o no del homicidio, del infanticidio, de la violación, o acerca de la conveniencia de que exista la sociedad en cuanto tal. Si hasta la existencia de Dios se discutía en las universidades medievales, donde la sociedad era vitalmente cristiana. El problema se da cuando el que discute lo hace con un interés no académico, y negando a priori que pueda haber una verdad común que contemplar. Se podría discutir públicamente acerca de si se puede o no asesinar al vecino, pero no se puede discutir racionalmente cuando el que propone la discusión tiene el poder y las ganas de asesinarlo, y prohíbe cerrar la discusión si la conclusión es que no se puede. En esos términos, no parece posible una discusión demasiado seria al respecto.

Alguno dirá que juzgar los términos en que se da la discusión supone retirarse del “juego democrático” antes de empezar a jugarlo. El problema es que en este juego los dados están cargados, y las reglas las pone el adversario. Que nadie se sorprenda entonces del resultado.