Viático

P. Raúl Hasbún | Sección: Política, Religión, Sociedad

#06 foto 1Quien te encarga ir de compras al supermercado, debe darte dinero para pagar y algún billete para el transporte. Si te envía a realizar un trabajo a otra ciudad o país, te proveerá de efectivo o tarjetas para costear pasajes, alojamiento y alimentación. Esos recursos indispensables para vivir mientras se está en misión reciben el nombre de viático: pan para el camino.

El viático no es un regalo de benevolencia magnánima, sino el pago de una obligación de justicia. Quien te mandató para realizar un encargo en su nombre debe proveerte de lo necesario para tu sustento. El es el principal interesado en que prospere la gestión que te encomendó.

Nuestro Congreso con frecuencia envía a sus parlamentarios para que lo representen fuera del país. Como es de justicia, les otorga un viático. Pero ya tienen asignado uno para misiones o gestiones que involucran gastos dentro de nuestras fronteras. ¿Será lícito seguir percibiendo ese viático nacional mientras se está usufructuando del viático internacional? Parece que nuestros parlamentarios pensaban que sí, y actuaban (y cobraban) en consecuencia. Una investigación periodística destapó esta duplicidad de cobro y forzó al Congreso a dar señales de corrección de esta no menor anomalía. Una población que mayoritariamente no alcanza a cubrir sus necesidades y gastos cada fin de mes, no está para contemplar impávida esta frívola frescura en la disposición de recursos extraídos de sus impuestos.

El viático tiene una connotación específicamente religiosa. Cuando un enfermo está en peligro de cercana muerte, la fe y la comunidad católica se sienten obligadas a proveerlo de lo necesario para su último viaje. Ahora no le sirve el dinero. Para entrar al cielo se requiere Pan del cielo. La Eucaristía llevada y ofrecida en sobria solemnidad al enfermo será su Viático.

Jesucristo envió a sus apóstoles con una pesada carga de tareas: predicar, sanar, exorcizar. Deberían dar gratis lo gratuitamente recibido. Y en la mochila, ni pan, ni monedas, ni ropa de recambio. Anticipándose en 2 mil años a la tarjeta de crédito, les dio como único viático su fe en la Providencia del Padre celestial. Eso significa, en eso consiste el crédito: un acto de fundada fe en que el deudor responderá con solvencia por la obligación contraída. Si Dios envía, si Dios pide desempeñar una misión pródiga en riesgos, gastos e imprevistos, Dios queda obligado a proveer lo necesario.  Su enviado no tiene que pre-ocuparse  pensando qué comerá y cómo se vestirá y dónde alojará. Dejará que Dios se ocupe, ya que es Dios quien lo ha mandatado como embajador suyo.

Tres años después de esta insólita forma de viático, Jesús  preguntó a sus apóstoles: “Cuando los envié sin bolsa, sin monedas, sin sandalias ¿les faltó algo?”. Ellos dijeron: “Nada”. No hay deudor más confiable y solvente que Dios.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.