Acerca del espíritu apocalíptico

Patricio Domínguez | Sección: Religión, Sociedad

#11 foto 1Decadencias como esta ha habido siempre”. Tal parece ser el lema de quienes se niegan, a priori, a pensar apocalípticamente. Muchos de ellos, sin quererlo, pasan de una sana cautela (“nadie sabe el día ni la hora”) a una indiferencia propia de nuestros antepasados paganos, que concebían a la historia como una rueda que gira sin parar, una serie de altibajos destinados a repetirse para siempre. ¿La decadencia (o más bien la caída libre) actual? “En la antigua Roma lanzaban a los cristianos a las fieras”. “En tal o cual época había guerras atroces”. “En todas partes se cuecen habas”. El no apocalíptico parece partir del dogma igualitario de que cada período de la historia tiene igual porcentaje de desgracias y de gracias.

Pero el ethos apocalíptico no se basa únicamente en “evidencias” o datos que puedan ser analizados, sopesados. El apocalíptico se ve tentado a enumerar desgracias, genocidios y monstruosidades, a mostrar el libro de Daniel si es necesario, pero sabe que su palabra, cuando cae en el corazón del no apocalíptico, cae en tierra yerma. Para el no apocalíptico, el aborto masivo y legal, la destrucción de la familia en nombre de los “derechos”, el mal gusto obligatorio, el culto al dinero como institución universal y la apostasía como forma de gobierno pueden ser males, pero jamás una confirmación de que estamos entrando en el fin de los tiempos. Para el apocalíptico, en cambio, basta sentir la brisa de la tarde para saber que se aproxima el temporal.

¿Quién es un apocalíptico? ¿Acaso un “pesimista”? Esta es una de las confusiones más seguidas acerca del tema, y si se me permite, una de las más aburridas. El pesimista cree que todo va para peor; el optimista cree que todo va para mejor. Ya Chesterton, con su humor exquisito, se despachó esta disyuntiva tan pobre. El apocalíptico sabe que todo irá para mejor, pero sólo una vez que “pase el mundo y su concupiscencia”. Antes de que haya pasado el mundo, el apocalíptico sabe que la barbarie democrático-liberal-idolátrica irá para peor, la percibe, la presiente y la expresa de modo insuperable. Mentes y temperamentos tan disímiles y tan variopintas como Joseph Roth, Vladimir Soloviev, John H. Newman, Gómez Dávila, Kennedy Toole, F. Dostoievski o Josef Pieper han sido cultivadores del genio apocalíptico. Concedamos, entonces, que el genio apocalíptico ha hecho un aporte literario indiscutible, superior.

El apocalíptico está harto de disputar. Sabe que el gran disputador, el demonio, es anti-apocalíptico, y que puede fácilmente ganar la disputa. Sin embargo, sabe que el anti-apocaliptismo es parte de una atmósfera apocalíptica. “Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos.” (Luc 17, 28). En otras palabras: Los hombres estarán metidos en sus afanes, harán matrimonios gays, la usura bancaria seguirá cobrando intereses, los filósofos seguirán publicando papers de filosofía analítica hasta que un día nos lloverá azufre a todos y será el fin.

El anti-apocalíptico contrataca: -“Los primeros cristianos creían que venía la segunda venida pronto.” – “Durante el año mil se pensó que era el fin del mundo”. “Muchos pensaban que Napoleón o Hitler eran el anticristo”. Es verdad. Pasó Nerón, pasó el año mil, pasaron Napoleón, Hitler y Stalin, y el mundo sigue en pie. El apocalíptico sabe que los predecesores apocalípticos estaban en cierto modo equivocados, pero los siente sus hermanos, porque se han tomado en serio el “vengo pronto” del Apocalipsis.

La victoria del pensamiento apocalíptico por sobre el pensamiento circular se verifica en la calidad dramática y existencial del primero por sobre el segundo. Mientras el no apocalíptico “compra y vende, siembra y edifica”, el apocalíptico se estremece al pensar que la historia es un gran batalla entre Dios y satán, y siente a la vez gozo, porque sabe que es una batalla ya ganada.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su blog Ruleta rusa, https://ruletarusablog.wordpress.com.