La Derecha y sus raíces

Alfonso Ríos Larraín | Sección: Política, Sociedad

#08 foto 1En política, como en la vida, el triunfo y la derrota son consecuencias de un sinnúmero de factores propios y ajenos. Algunos electores de derecha ven en los conflictos internos la principal carencia del sector y reclaman unidad. Es deseable que los proyectos societarios eviten caudillismos, lo que garantiza cohesión y gobernabilidad; pero mucho más importante es la discusión abierta y enriquecedora de ideas y programas. La libertad, en todas sus manifestaciones –incluida, por cierto, la libertad de opinión– es un valor inherente a la derecha, parte de su ADN, peculiaridad que la distingue de otros conglomerados con más corderos que militantes. La mayor debilidad de la derecha –en Chile y en el mundo– no son sus conflictos internos, sino su estrategia y convicción.

El 23 de abril de 1989, Jaime Guzmán escribía en una columna de opinión: “El liderazgo político consiste en guiar a la ciudadanía en lugar de alabarla servilmente o dejarse llevar por sus vaivenes”. Una vez más tuvo razón. Con el triunfo de Piñera en 2009, los más connotados dirigentes de la Alianza creyeron obtener lo único importante: derrotar a la Concertación y ser gobierno. Nada más. El siguiente paso fue demostrar “eficiencia” para administrar consignas ajenas y denunciar los fracasos y corruptelas del adversario. La estrategia no sirvió, pero además fue equivocada en la forma y en el fondo.

En la forma, porque la izquierda difundirá siempre sus consignas con mayor credibilidad que la derecha, y sus corruptelas serán neutralizadas con las del adversario que también registran juicios negativos. Y en el fondo, porque los principios no se transan para acceder a espacios que repugnan a la conciencia. Ni siquiera es necesario. Con sus ideas, sin ocultarlas, la UDI (“las viudas de Pinochet”, nos llamaban) infiltró las bases del Partido Comunista, arrebató más de un millón de votos a la Democracia Cristiana y, en poco más de una década de vida institucional, se transformó en el partido político más grande de Chile. Perdió votos y diputados en la última elección –resultado cuya responsabilidad no le es del todo ajena– pero sigue siendo el partido más votado, con más senadores, diputados, alcaldes, concejales y consejeros regionales del país.

Para liderar se requiere convicción, entusiasmo y trabajo. La derecha debe mostrar sus ideas, sin eufemismos ni temores. Ideas que se sustentan en tres principios fundamentales: derecho a la vida, libertad y propiedad privada. Todos los demás derechos son derivaciones positivas de esos tres pilares que les dan sustento ético. Si los dirigentes políticos de derecha tuviesen claro estas premisas –que son ni más ni menos, sus propias raíces– les sería más obvio y coherente proteger la vida desde la concepción hasta la muerte; defender las libertades individuales; acotar el poder de la autoridad; promover un Estado más eficiente, pequeño y musculoso, facilitador y no paralizador; estimular el emprendimiento, disminuir los impuestos y alentar el crecimiento económico como la única solución real y sustentable para superar la pobreza y alcanzar el desarrollo. Esta es la hoja de ruta de la derecha y su razón de ser en política.