Y en la escuela y en el liceo y en el colegio

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Educación, Familia, Sociedad

#02-foto-1Una autoridad familiar bien reforzada no logrará ser plenamente eficaz si en paralelo no se recupera el sentido de la autoridad de los directores de los colegios y de los profesores de básica y media.

Hay que trabajar mucho con los profesores. Mediante planes sistemáticos de formación, hay que ayudarlos a mejorar en su tono humano básico –desde el modo de vestirse, hablar y comer– hasta el despliegue de virtudes imprescindibles para que sean –casi imperceptiblemente– modelos con autoridad ante sus pares y ante sus alumnos: veracidad, alegría, laboriosidad, lealtad, orden.

Pero si no hay interacción con los padres, su autoridad se verá rápidamente minada. En un contexto de apoyo paterno a los hijos –y sobre todo materno– por rebeldes e ignorantes que sean, resultará clave revertir esa pésima práctica, implicando cada día más a los centros de padres y, sobre todo, a los padres delegados de curso, para que conozcan e interactúen con los directivos y con los profesores. Si va a haber algún jamón en algún sandwich, que sea el niño, exigido al unísono en la casa y en el colegio, y no el profesor, apretado hasta reventar por padres que creen y respaldan las denuncias y caprichos de sus hijos.

Por eso, para cuando las situaciones hacen crisis, deben existir reglamentos de disciplina bien pensados, adecuadamente difundidos, aplicados con todas las precauciones del debido proceso. Y, por cierto, las tareas de investigación de las faltas, de resolución de las sanciones y de aplicación de esos castigos, deben realizarse con la mayor seriedad. Pocas cosas más pedagógicas que la autoridad castigando con justicia y misericordia a la vez.

La dignidad, la autoridad del profesor, se expresará también en la seriedad de sus clases, en la evidente dedicación a sus tareas de evaluación, en la mesura y oportunidad de sus legítimas quejas. O sus alumnos lo ven como un formador que sigue formándose o lo consideran un legítimo activista de otras causas.

Y eso pasa por pequeños detalles: nada más significativo de la recuperación de la autoridad docente será que el educador impida que sus alumnos y que los padres lo llamen “profe”: así, cortado por la mitad, como está hoy, no puede enseñar, profesar.