Es mandatorio penalizar la pornografía

Rodrigo Pablo P. | Sección: Sociedad

#09 foto 1 El avance gigantesco de las tecnologías de la comunicación y difusión han permitido que la transmisión de imágenes, videos, sonidos y toda clase de mensajes adquiera una frecuencia que no era concebible hasta hace algunos pocos años. A su vez, la posibilidad de converger diversas funciones en pequeños aparatos ha generado el nacimiento de millones de fotógrafos y cineastas amateur cuyas producciones alcanzan en poco tiempo gran difusión y son accesibles por prácticamente todos los chilenos y una gran parte de los habitantes del mundo a costos ínfimos.

Estos avances, que sin duda han traído muchos beneficios, han tenido como un perverso efecto secundario que han servido de sustento a la generación y difusión de toneladas de material pornográfico, dándose productos reprendidos por el ordenamiento jurídico de nuestro país (como la pornografía infantil) y algunos que solo tienen sanciones teóricas o derechamente inexistentes (como la producción general de material pornográfico en la que participen mayores de edad).

El fenómeno actual, que cada vez se vuelve más normal, es que un video “porno” puede ser enviado, ya sea por quien lo grabó desde su teléfono celular o por quien lo ha recibido, a otros, quienes lo reciben en un medio sumamente personal donde están exentos de la censura de cualquier persona.

Lo anterior está dando paso a una proliferación de la producción pornográfica nunca antes vista que es sumamente nociva para la vida social y a la cual el Estado, en su calidad de garante de la seguridad pública y del bien común, debe responder imponiendo medidas que desincentiven la producción, conservación, difusión y distribución de material pornográfico, sean quienes sean los intervinientes.

Para hacerse cargo de esto, y ante el estado actual de insensibilidad con este tema, probablemente lo mejor sería la introducción a nuestro Código Penal de tipos que contengan la siguiente idea: quien almacene; produzca; difunda; exhiba, o participe sea material, ideológica o financieramente en la producción de material pornográfico, será castigado… (con las penas que determine para cada caso el legislador y según las circunstancias el juez).

Ante la situación actual, de extrema difusión, soporte y tolerancia de estas conductas, una reacción penal se ve como la única forma de combatir este flagelo que azota a nuestra sociedad volviendo a las personas objeto; fomentando el machismo; debilitando la, ya débil, institución del matrimonio; dificultando la fidelidad tanto dentro de la institución marital como de la simple vida de parejas que aún no han contraído el vínculo; haciendo a la sociedad más vulnerable a la proliferación de enfermedades venéreas; animalizando a los seres humanos alejándolos del fomento de su espíritu; embruteciendo y dividiendo a la sociedad creando en las mentes de quienes la ven ciudadanos de primera y de segunda clase; sirve de fomento a la prostitución; de persecución a quienes quieren mantener sus espíritus limpios (ya que ella se toma las calles); destruye las sanas diversiones; desborda la sexualidad genital más allá de sus límites convenientes dentro de la mente de hombres y mujeres quienes solo tienden a pensar en ella (y de las maneras más brutales posibles), y, por supuesto, separa la sexualidad de sus fines afectivos y reproductivos, siendo incentivo de toda clase de calenturas.

No faltaran quienes alcen la voz en contra de esta medida, aduciendo que ella atenta contra la libertad de expresión, ni estaremos exentos de esa clase de hombres y mujeres embrutecidos por la idea de que nadie puede limitarlos en qué es lo que pueden o no hacer ni a quién más allá de lo que sus propias convicciones los manden a aceptar (fantástico su soporte de la ley de la selva). Sin embargo para alcanzar el verdadero desarrollo no podemos trepidar en este punto. Para formar una sociedad de hermanos y hermanas es mandatorio que acabemos con todo lo que nos aleje de ella y hay pocas cosas más dañinas que esto.

#09 foto 2A modo de conclusión, parece bueno recordar las palabras de la Humane Vitaetodo lo que en los medios modernos de comunicación social conduce a la excitación de los sentidos, al desenfreno de las costumbres, como cualquier forma de pornografía y de espectáculos licenciosos, debe suscitar la franca y unánime reacción de todas las personas, solícitas del progreso de la civilización y de la defensa de los supremos bienes del espíritu humano. En vano se trataría de buscar justificación a estas depravaciones con el pretexto de exigencias artísticas o científicas, o aduciendo como argumento la libertad concedida en este campo por las autoridades públicas”.